martes, 18 de marzo de 2008

Lent et douloureux

Lento y doloroso es escribir ficción. La prisa es mi peor enemigo. El dolor no me importa. Para eso está el whisky y, en todo caso, ya no molesta tanto. La prisa me dice "publica, cuenta, explica, muestra, enseña". Mi relato, La infame, avanza todos los días y la sensación que eso produce es indescriptible. Qué coño, describir a todas horas produce diarrea verbal.

Él también tenía palabras, un don de la elocución que no parecía corresponderse con ese montón sudoroso de caries, eccemas, moratones, trozos muertos de piel, pelo a punto de desprenderse. Habló y habló durante horas, y a ratos parecía a punto de pedir perdón o incluso estar en el proceso, pero su verborrea derivaba por cualquier otro vericueto y se desvanecía la posibilidad.

Lento y doloroso: así anotó Erik Satie que debía tocarse la Gymnopédie n 1. Hace casi un año puse unas tontas líneas a bailar al son de dicha pieza y hoy me da la gana de ponerlas aquí:

Soy nueve notas tan dubitativas como escabrosas: aparecemos y saltamos al vacío, en un lugar donde la caída es frenada por la ausencia de aire. Tenemos un húmedo colchón de acordes pardos, soñolientos. Quieren irse a acostar pero continúan ahí debajo, allá debajo y lejos, sonando para frenar nuestra caída en el vacío donde la música no sucede. Soy nueve notas y una coda orgullosa en espiral genética, sentimos que debemos reproducirnos en ti, en vosotros, así como nunca podréis desentrañar la más mínima porción de nuestro secreto. Tan sólo nueve notas que ahora ya no somos nosotras mismas, mutamos desaforadas en el espacio oblicuo de la ausencia de deseo. Quien nos creó imaginó un lugar húmedo y volátil, imaginó poder caer sin peso hasta más allá del cómodo colchón de los días, del tener que levantarse a trabajar, del tener que llegar a casa y acostarse. Quien nos creó a duras penas podía dejarnos quietas. Hubiera gustado de caracolearnos al infinito. Bebía vino mientras jugaba con nosotras, sus hijas. Se moría de aburrimiento en el salón de su casa, golpeaba la pared con la cabeza cada vez que completaba una frase. Otra más, pum. Rellenando la ausencia de percusión con su hondo sentimiento. El piano es un colchón para su dolor. Desatina y escribe estas nueve notas. Es un hombre antiguo y sencillo. Somos nueve notas que no sabemos quedarnos quietas. Volamos y volvemos y nos hundimos en el vacío cada vez que intentas atraparnos. Somos ésas: truhanas que nada podemos hacer por tu tedio salvaje. Quédate tranquilo y reposa aquí la cabeza golpeada: en el hueco de estos dos acordes blandos, soñolientos y cansados como mamuts de otro tiempo. Volamos, volvemos, nos hundimos otra vez sin siquiera disculparnos.

lunes, 17 de marzo de 2008

El ardor de la sangre (reseña)

Publicada en Go magazine (marzo 2008)

“El ardor de la sangre”
Irène Némirovsky
Salamandra

No deberíamos entrar a los libros por lo que sabemos de sus autores o sus circunstancias: aspiramos a la crítica inmanente. Dejemos a un lado que Némirovsky se encontraba huyendo de los nazis, refugiada en lo hondo de la campiña francesa, y aún así redactaba, poco antes de ser llevada a un campo de concentración, esta novela: una tragedia de ambientación rural (la Francia campestre del vino y el pan, “montaraz”, cazurra y desconfiada), sobre la edad madura, el tiempo que todo lo difumina, el dolor del deseo, el deseo del dolor, la pasión que atraviesa el tiempo y las opciones vitales que nos conforman día a día. Un relato que parte en un tempo lento, con cansada sordina, en la redacción de un sesentón que ve pasar la vida y observa a sus vecinos desde la crítica y la condescendencia: al principio, todo es “familiar” y “correcto” y “apropiado”. Lo que va a suceder está tras las puertas de las casas y dentro de los corazones de los hombres. Silvio, el narrador, afila la pluma a medida que el drama se va estrechando sobre los personajes: el adormecimiento de una vida de renuncia a las pasiones se disuelve, el ardor de la sangre ingresa arrollando y la novela ya no es lo que parecía; toda la falsa sabiduría de la vejez se aparta, vencida. Su estilo quizá se atragante un poco, pero sólo es anacrónico en la superficie porque, tal y como brotan los verdaderos temas, brota la verdadera complejidad de un lenguaje que no le hace ascos a nada. Y la lección, una vez más, es la valentía.

martes, 11 de marzo de 2008

Goldfrapp: de accidentes y psicodelia

¿Alison Goldfrapp en aires folkies? En todo caso, folk de aires ingleses, acompañado de un sonsonete extravagante y marciano. ¿Goldfrapp se vuelve poppy? Más bien, la utilización morbosa de una superficie convencional para amoldar historias de alucinaciones y viajes interiores y reales. ¿Alison y Will componiendo psicodelia? Es un sentimiento indefinido, debajo de cada nuevo corte, en un ‘Seventh Tree’ (EMI, 2008) optimista, extraño, rebuscado, líquido y hermoso. Pura gallardía a cuatro manos.

Nos tienen acostumbrados a cambiar la piel de cordero por pellejo de lobo, a reaccionar con furia a los encasillamientos y a reinventarse con una autoironía envidiable y original, que ya podríamos ver con más asiduidad en la música británica. Y vienen de parir un cuarto álbum que no a todo el mundo va a satisfacer. Los más, se sentirán defraudados por estructuras de apariencia convencional, como si hubiesen hecho una impensable rendición al pop. Este ‘Seventh Tree’ supone, sin embargo, encontronazos genuinos con la complejidad temática y la osadía instrumental, acercamiento a las muy fecundas fuentes del folk campestre, la poesía inglesa y la desenfocada psicodelia, a modo de inspiración. Will y Alison regresan, nuevos, distintos, brillantes: “Nuestra relación musical ha cambiado mucho, hemos crecido, hemos aprendido cosas, en especial a abandonar antes una idea que no funciona; a visualizar lo central de cada cosa: que necesitas buenas melodías, atmósfera y una forma de moverte entre las canciones. Sí, como equipo musical hemos mejorado…”

En ‘Seventh Tree’ hay un sentimiento perpetuo de viaje, de traslación: cuando una canción parecía haber empezado (hablemos de ‘Clowns’) como una suave serenata, se transforma en un intrincado vals. El tema del viaje se ha colado en todo el disco: “Fue algo accidental. Cuando estábamos llegando hacia el final del álbum, vi que muchas de las canciones hablaban de viajar, irse al extranjero, o hacer un viaje metafórico, o un trayecto físico… Me di cuenta de que quería poner ese sentimiento de ciertas películas americanas, las road movies, en las que alguien, de pronto, parte, la música comienza, se abre la idea de nuevos horizontes…” También, al menos como inspiración sonora y motivación de búsqueda, está el viaje psicodélico (imprescindibles ‘Eat Yourself’ o ‘Cologne Cerrone Houdini’). Will se esfuerza, a base de puntos suspensivos, en darnos pistas: “Creo que hemos perseguido la idea de algo… un poco soñador, un poco borroso, ¿sabes? Cuando la mente está neblinosa, y las percepciones no son las justas, quizá se estrechan… No hablamos de psicodelia musical, no es Jimi Hendrix; es algo amplio, que remite a sonidos, colores, olores… Todo lo que no es palabrería o intelectualidad, todo lo que se junta en ese sentimiento”.

Ese tamiz se traduce en formas de creación sin cadenas: improvisación vocal. Alison: “Sí tenía letra para esa canción (‘Eat Yourself’) pero no la canté. Era como si el sonido no funcionara, y estábamos atrapados, intentando arreglar aquello… Así que lo dejé, y lo convertimos en otra cosa, y la canción es muy distinta al final. Se vuelve…”, y Will le asiste: “Panorámica”. ‘Seventh Tree’ tiene un handicap: a primera escucha, suena como “sin mordisco”, plácido y privado del fuego incandescente que tuvo el predecesor ‘Supernature’. ‘A&E’, su primer sencillo, tiene en parte la culpa. Alison dice: “Es raro, porque sí es bastante pop, pero no lo es en absoluto, en especial por la letra, es muy oscura: A&E significa “Accidentes y Emergencias”, y va de alguien que pasa un tiempo en el hospital, alucinando y todo eso; quizá la melodía es elevadora, pero el contenido no es pop para nada”. Will se retuerce en su asiento: “Y no tiene una estructura pop convencional, ni la gran segunda estrofa del pop. De hecho, quienes escucharon el single previamente se quejaban de que era rara”. “Sí, sí”, Alison por su parte: “Sólo en la superficie es una canción pop, e incluso trivial, pero no es nada convencional en ningún sentido. Esa percepción es deformada”.

Y ese proceloso mar de clasificaciones y despistes ontológicos hará que muchos de sus seguidores se pierdan en una colección fundamental: “Algunas veces tienes algo y piensas: ¡es simple y sólido! Y se lo pones a alguien y te dice ¿Qué coño es esto?”. De nuevo Will se dobla de risa. “No tiene ningún sentido, cuando creías que era muy normal, no lo era; pensaste que era algo loco, y otro dijo que muy pop”. El tema, a todas luces, les entusiasma. Will: “Es algo en las letras, que son no-pop por completo. Ahí es donde se pone interesante. Es como cuando ves esas fotografías hermosísimas, paisajes espectaculares y realistas, pero en el borde del marco aparece una cuchilla o algo así”. Alison remata: “Estábamos de lo más angustiados haciendo el álbum, pensando esto no le va a gustar a nadie, esto no lo va a escuchar nadie… Lo último que pensábamos era que la gente lo encontrara poppy… No está bajo nuestro control”.

//Publicado en Go Magazine Marzo 2008 //

viernes, 7 de marzo de 2008

Descargo

Un suspiro confitado / Ambos decididos a olvidarlo todo
Coiffeur
El presente fluye ahora mismo
Altocamet

Señores fantasmas, señoras depresiones. Con la venia. Me desembarazo de costumbres, de sinos, de espasmos diarios; me desembarazo más y más cada día, de rutinas, de silencios aprendidos, de mamarrachadas. Tanto soltar lastre, tanta honestidad. Debo de dirigirme a algún lugar, si mi psicoanalista lo dice... Pasó el tiempo de embarazarme. Me cago en las esquinas de la inactividad, éste es mi momento. Me cago en todas las ventanas abiertas, y si dejo ésta es porque el silencio total me volvería loca. La cagada es un manifiesto artístico nunca completado, como todo lo mío. No veo el tiempo de dedicarme a una sola tarea, pero el tiempo es tan elástico y traicionero como le dejemos ser. Sólo leo a los rusos. Sólo escucho indie latinoamericano: Gepe, Coiffeur, Lisandro Aristimuño, Javiera Mena, Altocamet, Lucrecia, Fungitonic and the lobers, Quiero Club... (dénse el trabajo de investigar). Cada día al despertarme veo mis proyectos como un interminable vaso siempre a medio llenar; completarlo está en mi mano.

miércoles, 5 de marzo de 2008

Una costumbre menos

Maté mi Flickr. Después de tres años y pico. No me voy ni a explicar ni a disculpar. Lo más divertido es que me liberó. No hay resentimiento, más bien ligereza. Tuve muchos momentos de odiarlo. Las redes sociales son seres peligrosos, amorfos, discontinuos, peludos, llenos de tentáculos: uno es solo un individuo frente a una ingente masa. Flickr fue, probablemente, la primera de estas redes que abracé con siete pares de brazos. Me regalaron una cuenta "pro" y luego me la pagué yo. Descubrí a increíbles fotógrafos. Me entusiasmé haciendo fotos, aprendí mucho. Todo habría estado bien, si no hubiera jugado con el reverso de la imagen. Uno ha de saber muy bien quién es para pulverizar de esa forma la identidad. He ido desapareciendo paulatinamente de todas las redes sociales. La reconstrucción se hace offline. Pero borrar tu rastro es mucho más complicado que crearlo. Flickr avisaba, histérico, "vas a borrar tu perfil y TODO EL METADATA". DIOS, el metadata, sobre todo el metadata. Como dicen Altocamet -grupo argentino-, "una costumbre menos".