lunes, 30 de noviembre de 2009

Aportajismo

Tanto por escribir. Tanto por anotar. Tanto por desarrollar. Varios borradores esperándome con la ceja enarcada, diciéndome con su sonrisa "¿cuándo te metes conmigo, nena?". Sí, si estoy perra, es porque mis esfuerzos están puestos en no sucumbir. No perecer a esta situación que yo sola me he buscado. Demasiado complicado todo. Casi a punto de desestimar que ser periodista sea una forma de ganarse la vida. Quizá sea una forma de hacer la vida, pero no de ganársela.

Mientras tanto, preparo mano a mano el programa de esta noche. Elena y yo nos encontramos en el estudio de Radio Carcoma con un invitado, Robert Juan-Cantavella, que ha tomado la voz de un periodista ficticio, o de un ficcional reportajista, que se empeña en una búsqueda de El Dorado, un paseo suicida por Marina D'Or (Oropesa del Mar, Castellón) y un recorrido aún más suicidia por el V Encuentro de la Familia, en Valencia, 2006. El resultado está en su novela-aportaje (Mondadori, 2008).

El género aportaje lo acuña este escritor, o su alter ego, Trebor Escargot, y se refiere a un reportaje sin posibilidad de certeza. Periodismo impuro. Falacia periodística. Presencia de la invención y ausencia de veracidad. Sospecha constante, cejas enarcadas otra vez. Vamos, que da igual que lo contado haya o no sucedido. Todo debe estar dentro del texto. Entonces es verdad.

Lo complicado del asunto -a una novela no se le pide que sea verdadera- es que este género, sin haberlo premeditado, está muy a menudo en la prensa diaria. Más de lo que creemos.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Según en qué contextos


Ejem. Una nueva pieza sobre el libro de Gabriela Wiener es hoy portada en notodo.com. No creo que haya muchas más, con este libro maravilloso al menos. Escribí mi antirreseña. Hice una crítica en Estado Crítico. Le hicimos una entrevista que difundimos en nuestro último programa. Son fragmentos de un todo.

Aunque sólo cobre la mitad de las cosas que hago y no tenga ni una noche libre al mes, como freelance estoy últimamente más contenta que nunca. Pero me siento un poco enterradora.

No voy a explicar más que esto. Si desempeño mi trabajo bien, ¿no estoy dando oportunidad al empleador para que se deshaga de un redactor de plantilla?

martes, 17 de noviembre de 2009

Más trabajos del fin del mundo


Ya era hora (para mí, que la he recibido hoy) de poder ver la entrevista escrita a Yuri Herrera. Sale en la Go Magazine de noviembre (105). Aquí la ofrezco (pdf enlazado en la imagen), para quien tenga curiosidad en leer más de lo que sabe decir este escritor mexicano.

De su propia voz, se le puede escuchar en los trocitos que emitimos dentro del programa 5 de ¿Quieres hacer el favor de leer esto, por favor?

domingo, 15 de noviembre de 2009

Enseñanzas de Fadanelli


Estaba muy cansada. Eran las diez de la noche del sábado y llevaba un día y medio metida en el Círculo de Bellas Artes, experimentando por dentro el lúbrico festival de la literatura puesto en marcha por La Fábrica y la Revista Eñe.

Salí a buscar un cajero y un poco de aire y un billete y un bar. Encontré a Claudia. "Vengo a la conferencia de Fadanelli", me dice. A pesar de haber leído el programa siete u ocho veces, no me había fijado en su nombre.

Y no sabía quién era. Los que sí lo sabían eran legión. La última conferencia del festival fue quizá una de las más concurridas. Y allí apareció una especie de hombre-montaña con gorra en la cabeza, que no dejaba ver más que una pequeña parte de su mandíbula y boca. Con lo que tenía de sobra.

No me voy a detener en lo que dijo (aquí hay algunas de sus perlas), pero lo que fue pronunciando por aquella boca -y el resto de sus canales de comunicación, porque expresaba con su actitud de montaña, a través de su gin-tonic en copa balón, se posicionaba frente al mundo que se le sube a la chepa con su tono chulesco, harto de todo, batallado en todos los frentes, aguardentoso, medio asqueado...- descargó sobre la concurrencia un río de odio.

Y nos reíamos y todo. Y aplaudimos y todo. Pero yo sentí un río de odio. En todas las direcciones -hacia sí, hacia fuera-. Demasiada potencia, demasiada necesidad expresiva, demasiada negatividad, demasiada impotencia además, y la consecuencia es una frustración gigante y un escritor gigante. Pero no le he leído una sola línea. En la conferencia, el mexicano Fadanelli ni se trató de justificar ni de hacer fans. No había, esta vez no, una voz en el estrado tratando de convencernos de qué interesante es.

Porque se odia y se desprecia. Así sentí esa sesión. Bofetadas de inteligencia. Erudición hastiada de sí misma (porque, se ha de concluir por su charla, ¡lo ha leído todo!). Y, junto a esa cascada malsana, ahí detrás, oculto con la gorra y el gin-tonic y las palabras como cascajos, alguien que ha sabido vivir en medio de sus instintos (destructivos/autodestructivos) torciéndoles la mano.

Qué sé yo si es auténtico o no. Si esto es literatura o no lo es.

Lo que tengo claro hoy es que no se puede luchar contra, sólo se puede luchar dentro.

viernes, 13 de noviembre de 2009

Prensa gratis y triste

La primera vez que apareció mi nombre en un periódico fue hace quizá dieciocho años. No existían la prensa digital ni los blogs, a la sazón. Escribieron mi nombre mal en la firma (me apellidaron Colón, como un colaborador fijo de aquel diario que, además, fue mi profesor años después) y jamás cobré la colaboración.

Seguramente aquel texto no merecía ni ser recordado. Seguro que era triste.

La segunda vez fue hoy. Se puede ver aquí, para quien no haya pillado un ejemplar a uno cualquiera de los esforzados repartidores. Una huelga de los trabajadores del diario (ya van 150 despidos, una barbaridad) ha propiciado que echen mano del texto de una freelance.

Es un poco triste.

Nos quieren hacer creer que la prensa es gratis.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Las mañanas transversales


Una de esas mañanas. Dispersión total. Trabajo en siete cosas, todas a la vez, y trabajo sobre todo en encontrar trabajo. Me asusto del mundo, pero estoy en mi centro. Si uno sin conocerme revisa mi curriculum, pensará que soy una estrella del periodismo cultural. Pero en esto no hay estrellas. Plumillas valorados peor que un señor que pegue ladrillos, que una señora que limpie escaleras. No estoy exagerando.

Uno detrás de esta pantalla se encuentra con solicitudes de personal del más alto descabello (un redactor con varios años de experiencia, alemán e inglés, a jornada completa, por 12000 euros al año, ejemplo absolutamente cierto y visto esta mañana). Pero, claro, los jóvenes no pueden elegir. ¿Qué hay de los que no lo somos?

El caso es que lo hacemos con gusto. Y los que pagan -los que deberían pagar- se dicen aquello de sarna con gusto no pica... Como en el medievo, se llevan las especies. Te quedas el disco que comentas y te das con un canto en los dientes. A veces, la especie es una entrada que a otros les ha costado 40 euros o una noche en una cola. No me siento privilegiada por ello, ni mejor pagada.

Por aquí se lleva darle los escasos presupuestos a los que tienen "firma", aunque periodistas no sean. Y los periodistas seguimos engrosando las colas del paro (aquí y en todas partes). Puede que el paro no. Yo no me paro. Sólo he de seguir aceptando las reglas del juego. Donde cuatro ladrillos valían siete, ahora valen tres. Lo tomas o lo dejas.

Mientras tanto, la firma. Este fin de semana lo pasaré muy metida en un festival protagonizado por aquellos que ya se han hecho una firma. Y pondrán muchas en los libros de sus fans.

Ayer tarde, la firma. A un escritor le pedían, en la fila de delante, que firmara su cuento. Uno de los doscientos que se presentaban como parte de una antología de microrrelatos. Casi 200 mini ficciones, en los que algunos de sus autores se quedan 3 o 4 de los textos.

En todas partes, la firma. Iban Zaldua -uno de mis escritores favoritos- presenta su nuevo libro, que afortunadamente encuentra un hueco en la nueva encarnación de la editorial Lengua de Trapo. (Será en el Hotel Kafka en Hortaleza, a las 19,30 h.).

Lo bueno de estas mañanas (que antes, en otra época, podían sumirme en un abismo, que hoy también, pero que ya sé que del abismo se sube, tarde o temprano) es que las dejo estar. No lucho contra ellas. Ni contra este estado precario. Me adapto a la situación y braceo, pero sin desespero. Los hilos de los que puedo tirar para mover las circunstancias cuelgan a una distancia estratosférica y yo soy Alicia después de haber ingerido el bebedizo empequeñecedor. Salto y corro nerviosa de un tema al siguiente, de una web a la otra, de un asunto al de más allá. Pero lo importante es saltar y correr.

Alguien como yo tiene muchas maneras de suicidarse (metafóricamente). Por ejemplo, momificarse en un solo espacio mental, olvidarme de lo fácil que sería no tratar de reinventarme de cualquier forma posible, petrificarme. Que otro sea estatua de sal.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Sam, Nico, Ben, Valgeir

No sabía muy bien a lo que iba. Había escuchado música de algunos de ellos, de Nico Muhly sobre todo, al que considero un compositor contemporáneo con una gran intuición pop. Una estrellita por nacer. Un nuevo Michael Nyman sin la ampulosidad ni el recargo. Fresco, insidioso, directo.

También había escuchado lo que Ben Frost regala en las redes sociales y lo que publica en su myspace. Artista sonoro, dicen de él. Creo que le aciertan de lado a lado, su trabajo se enfoca a la generación orgánica (electrónica, por sus fuentes, pero de resultados muy físicos) de ruido.

Después estaba el más conocido, y quizá aplaudido, Sam Amidon, un cantante de neo-folk norteamericano. Y un productor y compositor islandés, Valgeir Sigurðsson, que suena, entre otras cosas... islandés.

Era la noche, esta noche, del Whale Watching Tour en Madrid (que recala mañana en Sevilla) y, si bien sus productos por separado me parecían todos personales e interesantes, no podía esperarme que el concierto de los cuatro fuese tan, pero tan grande.

Nico, portavoz, arreglista de muchos de los temas de los otros, se lo ha pasado en grande. Nos ha explicado una y otra vez que "no vendemos los cds, que no podéis comprar los cds", riéndose posiblemente de alguna prohibición por parte de la organización. Sam, delicado, tímido, el que llegó al primer tema con más nervios, en la tercera entrega se soltó: nos contó que habían estado en el Prado, viendo los Goya. Estaba impresionado.

Ben es distinto. Quizá hiperactivo. Quizá un poco borracho. Lo acompañaba una botella de Alcorta que entraba y salía con él del escenario y en cada ocasión volvía más vacía. También regaló cierta anécota que alguien le contó en una anterior visita a Madrid, sobre Dalí esta vez.

En la música, nada era ni regalado ni obvio. Lo único que podía entrar medianamente bien en las orejas de un público acostumbrado a lo popular son las canciones dulces y agrias de Sam Amidon. En lo demás, experimentación, compases truncados, violas y violines con tratamientos de shock, electrónica, giros cabareteros, graves retumbantes y zumbidos desasosegadores. Pero al cabo tuve que rendirme a la evidencia: las seiscientas (a ojo) personas que llenaron la Casa Encendida esperaban exactamente eso. Quizá estamos mucho más preparados de lo que algunos piensan.

A Nico le molestó una chica con aspiraciones de fotógrafa y le dio una regañina en público. Alguien llevaba un niño y Valgeir se acercó a saludarlo. Se fueron desgranando bromas y canciones y la botella de vino iba mostrando su verdadera esencia. Alguien se acercó, a la hora y cuarenta minutos de actuación y avisó de que ya estaban fuera de horario. Decidieron tocar una más.

Con el trombonista acompañante haciendo de voz solista, se marcaron un desarrollo teatral de quince minutos largos, Nico al piano, Valgeir con una maza, un bombo y sus ordenadores. Terminaron, salió el resto de la troupe que había bajado del escenario, saludaron, Frost decía con los dedos y los morros "una más, prometemos una más", y descendieron nuevamente.

Supongo que cada cual entre el público tendría sus motivos para pedir una más, después de dos horas. Ni dos minutos después, Ben, Valgeir, Sam y los músicos acompañantes ocuparon sus puestos, se colgaron los instrumentos. Pero Nico tuvo que poner orden en el asunto: "Alguien parece ser que se va a poner muy muy triste si tocamos una sola canción más".

Ninguno quería abandonar el escenario. Frost, él solito, se quedó con cara de "no me la dan con queso", sentado, con la guitarra sobre las rodillas, creyendo que todavía él podría remontar el concierto contra las normas y la burocracia. Lo hicieron salir.

Whale Watching Tour es una de las cosas más hermosas, desquiciadas, cálidas, fuera de norma, ofrecidas con sencillez y profesionalidad y buen humor que he visto en mi vida. Aún ocuparon el escenario durante cinco minutos sólo recibiendo aplausos. Y recordando que, en la esquina, estaba el chico de los discos "que nadie podía comprar".

//Pasó el 6 de noviembre en La Casa Encendida de Madrid, Whale Watching Tour en concierto//

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Sakamoto & me


No todos los días aparecen en mi buzón propuestas para entrevistar a un personaje tan relevante en lo suyo. Ryuichi Sakamoto es uno de los músicos más inquietos, inclasificables y creativos que hay vivos en el mundo. Dotado de una vastísima cultura musical, amigo del piano, cercano a la escena pop y tecno, investigador de nuevas texturas sonoras... Desde 1978, el japonés no ha parado de trabajar en algo que viene a ser un estilo que suma todos los estilos, destrozando prejuicios.

Así, me acometió un remezón interior cuando supe que uno de mis medios favoritos (Calle 20) me solicitaba esa entrevista, amén de otras piezas para ilustrar la oferta musical del Festival de Otoño madrileño, que empieza ya (hablamos de Whale Watching Tour de Nico Muhly y Hanne Hukkelberg).

Poco menos de diez días después, un sábado, había de marcar un número de teléfono de un hotel de Roma.

- Buongiorno, sonno Giuliano.
- Buongiorno. My name is Carolina. Can I speak to Mr Sakamoto, please?


Sin temblor vocal, adentro tenía una docena de palomas reventando por escapar. Al otro lado, un silencio, y al cabo una tranquila voz dijo: hellooooo.

Para ese momento, el teléfono ya me sobraba y lo que realmente hubiese querido es haber podido volar hasta el hotel y poder completar esa pausa y calma en la voz con los gestos que imagino de monje sabio.

Y accedió a responder mis torpes preguntas con actitud humilde y colaboradora que, a la vista de un impresionante curriculum como el suyo, siempre me sorprende. Hubo silencios, rumiaba las palabras un rato, bromeó incluso y explicó llanamente esa forma de entender la música en donde las fronteras de estilos no existen y sólo hay lugar para el buen gusto y la verdad estética.

Hay mucho donde elegir en su carrera y, lo mejor de todo, él no se regodea en lo logrado. El reciente out of noise (2009) es uno de sus trabajos más experimentales y hermosos que he escuchado nunca.

Después de otro par de semanas, llega el momento. La satisfacción de ver lo escrito en hermosas hojas satinadas. He subido el pdf por si alguien tiene curiosidad. La revista Calle 20, ya sabéis, es de distribución gratuita en los locales y tiendas más selectos de la ciudad. También se puede visualizar completita aquí.