Lo decía Guillem Martínez en una de esas entrevistas recientes sobre la
Cultura de la Transición: "La CB (Cultura Brunete) es el primo de Zumosol de la CT. Es una cultura importada y pagada con dinero de FAES a los think tanks republicanos" (del artículo
El pelotazo de la cultura, de Pablo Elorduy e Irene G. Rubio, Diagonal 23/06/2011). También decía en otro momento de ese "especial" Cultura de la Transición: "Está sobreexplotada ETA, muy sobreexplotada. Han conseguido eliminar tres partidos, es muy serio". Y en esta última frase se refiere al
movimiento #15M.
No soy analista política, un poquito podría considerarme analista de los medios o de la información o de la cultura, en este último ítem me podría llamar aprendiz, en fin. Sólo sumo, corrijo, resto, divido y multiplico, la ecuación se está haciendo sola a medida que recibo códigos. Y no están muy ocultos.
Si la CB es una versión iracunda de nuestra CT (le importa un pepino el consenso), si se muestra irracional, fantasiosa y tremenda como lo fue su líder espiritual (Aznar), si tiene voces que podrían ser leídos y escuchados por muchxs como una versión enternecedora de la parodia de Chaplin sobre los dictadores (de Jiménez Losantos a Sánchez-Dragó, y sólo dejo un enlace
a su última chorrada autoparódica), la CB es lo que viene, o es la cara B de la Cultura de la Transición que sí, que parece agotada. Que no se ha muerto.
Visto que la alternancia no alterna nada, en verdad, y que esos dos grandes importantísimos partidos ya no son Jekyll y Hyde sino los dos a la vez en un mismo rostro, lo que viene es una
CTB. No podemos escandalizarnos ni un poquito por las
portadas de La Gaceta ni por los debates de Intereconomía, porque esta cultura los ha dejado existir, crecer y posicionarse como medios a los que muchos (cada día más) otorgan credibilidad: eso quiere decir que les otorgan la posibilidad de instalar su visión del mundo en sus cabezas.
Da bastante miedo. Puede que esos dos medios que menciono nos parezcan de risa, pero el problema (como me señaló alguien en twitter estos días) es que, mientras nos reíamos, se crecieron. Y la osadía se extiende y multiplica.
Sobre esa misma ecuación que se me ha ido "revelando" (y es que venimos de un verano agostado, santero y milagroso como pocos), ETA ya no existe, por más que se empeñen en darle de cuando en cuando un espacio en cuerpo 60 en un titular (uno de los últimos que leí la daba por muerta, y creo recordar que se disputaban la autoría de su asesinato).
Lo que existe en su lugar son los indignados, palabro por el que muchos hace rato no sentimos ninguna simpatía (etiquetar funciona como mecanismo de reducción). Lo contrapongo a riesgo de que se me malentienda: los indignados vienen ocupando en estas semanas, en pequeños brotes, el lugar que se asignaba a ETA en nuestra "cultura". Se nos ha mostrado increpando a peregrinos, se nos ha mostrado en asambleas y sentadas como un peligro y, la de hoy, se nos señala como infiltrados
en las reuniones de los profesores.
Esto último no lo hace un medio, sino directamente un político. Dando carnaza.
Ya sabíamos que se nos prefería quietos, callados y consumiendo. Pero consumir apenas podemos y nos queda un espacio mental importante en nuestros cerebros mientras, con una lata de gaseosa del Día, nos quedamos en cuartos alquilados o nos sentamos en las plazas entre palomas grises. Hemos encontrado una forma mejor de invertir el espacio mental y de usar las plazas. La indignación, que pudo ser la chispa, ya no es crucial. El trabajo que se está desarrollando es la creación, y visibilización, de conciencia crítica distribuida y multiplicadora. Y como
no dejan de echarnos leña, ahí seguiremos.
En los medios, se pasó de la indiferencia o la ausencia total a ocupar algún que otro espacio importante, a tener sobre el movimiento los ojos de los opinadores y todólogos de todo signo (con un paternalismo y una condescendencia crecientes, brutales y asqueantes). El #15M o la revolución de la ciudadanía harta, positiva, esperanzada y crítica, ya se está presentando al común como una epidemia, un mal, un cáncer, un fenómeno terrorista. No queda Transición, no queda guerra, y
no queda más enemigo que el ciudadano que se ha cansado de que le expolien sus derechos.
PD. Soy bastante avestruz. Habitualmente huyo de aquello que me hace daño. Por eso este post es muy raro en este blog. No tengo vocación de Cassandra, por demás.