En el mismo concierto del post anterior, conversé brevemente con un periodista musical al que conozco hace años. Le pregunté qué le había parecido el concierto y su respuesta fue "no me ha gustado nada". A lo cual, di un pequeño respingo y traté de proseguir la conversación de la manera menos embarazosa.
A pesar de lo fan que soy de Kristin Hersh, traté de entender por qué a un periodista, que vive de asistir a conciertos todos los días del año, le pudo haber parecido un mal concierto. Esto me hizo pensar en mi respuesta-comodín, cuando, en 1992, cancelaron el programa de música independiente que llevaba en una emisora de radio, y debí encontrar otra forma de ganarme la vida: "soy fan de la música, si tengo que vivir de ella quizá acabe odiándola". Mi carrera de disc jockey radial había durado cuatro años, y tenía dieciocho.
También me trajo a la memoria un párrafo leído hace pocos días en la revista GO de marzo (preciosa portada dedicada a Arcade Fire), en la entrevista que Pepo Márquez hace a la misma Hersh: "Cometo de manera voluntaria un error que detesto (...) hablando de que casi toda la gente que conozco que escribe de música, está involucrada con la propia música a más niveles que el meramente periodístico". Me sirve para asegurar: los periodistas musicales son los únicos periodistas que entran en el gremio porque son fans de la música. Los periodistas de crónicas de sucesos son, a lo sumo, fans del periodismo de sucesos. Etc.
Es encantador tener pasión por tu trabajo. Pero, en general, es síntoma de la escasa profesionalización de este ámbito; las revistas musicales, por descontado, tampoco ayudan mucho a eso (y, aunque sea echar piedras sobre mi propio tejado, me ocuparé de esto otro día).
Yo no soy periodista musical (y ciertamente tampoco soy periodista) aunque, para ser justos, es la especialidad que más he practicado. Porque soy fan. Mi interlocutor, en aquella conversación del día 18, sí es periodista musical, y profesional.
Nos mudamos
Hace 11 años