lunes, 27 de septiembre de 2010

El país de los hombres que no están


Me urge volver a mis rutinas de quebrar el/los sistema/s. El #mal se enseñorea y me usurpa incluso el tiempo necesario para el acoso y derribo.

Pronto, mucho más sobre La vida sin hombres y otros textos de malfollerío.

(imagen vía reinohueco)

domingo, 19 de septiembre de 2010

451 Quieres hacer el favor


Porque hay cultura que simplemente no lo es. Porque todos tenemos fobias y derecho a tenerlas. Porque las imposiciones y el todo vale están pasados de moda. Porque creemos en el espíritu crítico de todo lector -y sobre todo de nuestros oyentes- sin necesidad de que posea una tribuna decadentista en algún suplemento cultural. El prestigio de los libros está en entredicho, a base de avalanzarse sobre nosotros desde las mesas de novedades e insultarnos desde sus estantes en las grandes superficies. Porque no todo merece ser comprado, ni leído, ni conservado.

Nos han dicho que esto suena a 1933.

Lo que creemos de verdad es que basta ya de que muchos vivan a costa de las tragaderas inmensas de la lectura blanda, convertida en un intercambio acrítico de mercancías.

Que la cultura que nos sobra arda. Nosotras no mandamos, sólo proponemos. Es una propuesta lúdica, irónica y simbólica, esto es, un espectáculo más. Pero invitamos a un vinito.

//Edición 27 septiembre: esta noche en www.radiocarcoma.com 21 h. seguimos hablando de hacer arder lo que nos sobra y otras muchas cosas//.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Hay gente que no tiene sentido del humor

Y que no sabe leer entre líneas. O que no acepta las collejas. O que defiende una peligrosa, envenenadísima corrección política hasta cuando va a cagar. O que simplemente nunca jamás podría entender un rap.

Hay gente de ésa.

Por suerte, me tropiezo más con la otra: hasta el portero de mi edificio es de los otros. Hablamos a menudo, últimamente. De la vivienda, la desproporción del tema "libros de texto", y poco falta para que hablemos de a dónde van los personajes. Me entrega cada semana dos o tres lindos paquetes de libros. Cada lunes, sobre las siete, me ve salir cargada con el ordenador y me despide: "Que te salga bien el programa". No sé en qué momento le conté que los lunes hago un programa de radio.

Le invitaría a la fiesta de aniversario, y estoy segura de que entendería nuestra perversa propuesta. Pero hay gente que no.

Por ejemplo

Sin Esperanza (Aguirre)

miércoles, 8 de septiembre de 2010

El mal que nos ocupa

(La foto se la pido prestada a Gaelx)

Hace pocos días escribí que el #mal me había pagado, por fin, un proyecto (100 días de espera para ello). Si reflexiono sobre mis propias palabras, tengo que admitir que en un gran número de casos, es el mal el que me emplea.

Vivo de trabajos de todo tipo en el ámbito de la comunicación digital. Un poco menos, vivo de colaboraciones periodísticas. No formo parte del colectivo de periodistas en paro porque soy periodista de manera colateral -aunque orgullosa. Comencé a trabajar con dieciseis años y no ha parado hasta hoy (van veinte), pero si repaso el historial, realmente nunca he vivido del periodismo (ni cuando llevaba un programa de radio de dos horas diarias ni cuando era becaria en una redacción tipo “guía del ocio”). Quizá por eso esta “crisis del periodismo” (de los moldes económicos que lo sostienen, pero también de los cambios metodológicos y la aceleración desproporcionada en la producción de contenidos) me pilla un poco por fuera; soy espectadora, más que sufridora.

Quizá por eso no me afecta demasiado.

Todos trabajamos para el #mal: lo hacen los músicos que, en cuanto tienen cierto público, fichan por alguna discográfica; lo hacen los artistas que, nada más alcanzar algún renombre, aceptan encargos polémicos de empleadores turbios. Lo hace la empleada de hogar cuando entra a trabajar en casa de cualquiera y ese cualquiera la explota a ella y a doscientas inmigrantes sin papeles a las que obliga a trabajar en sus burdeles.

Todos trabajamos para el #mal y todos podemos seguir haciéndolo sin perder el norte, y aprovechar la más mínima oportunidad para instalar, ahí mismo, la maquinaria derribadora.

Con esto quiero entonar otro tipo de cantos. Como, por ejemplo, que no termino de entender a los cientos -o miles- de periodistas que se han quedado fuera de las redacciones, sin saber cómo reaccionar y tomar el toro por los cuernos (perdonen el lenguaje taurino, tan demodé).

El periodista, en un medio, también trabaja para el #mal.

Casi casi en todos los medios están más allá del "límite del bien". Cada cual dibuje su línea propia.

Cuando digo que me emplea el #mal quiero decir que quien me paga (malamente) las facturas son grandes corporaciones. Como, por supuesto, necesito que las pague alguien (no me puedo permitir el lujo de vivir de patrimonios inexistentes, como mi amiga Franziska von Reventlow), acepto todo tipo de trabajos. Y, tal como sé que mañana o pasado me he de morir, sé que en cualquier empresa que me dé trabajo, encontraré, sin necesidad de rascar:

- condiciones laborales de pena y explotación de su personal
- cero conciencia social
- delitos contra el medio ambiente o los derechos civiles, y muchas cosas más

Pero todos queremos trabajar. A ratos suspiro por un hueco en una redacción. Pero esto no lo tienen siquiera personas mucho más preparadas y curtidas en redacciones que yo. Stop del suspiro. Y sigo con mis proyectos.

Sé que trabajo para el #mal y sigo buscando el modo de hacer cosas para lo contrario. A costa de irme a dormir dos horas más tarde de lo que corresponde. Así que, sin ningún tipo de derecho, pero con el que me da ser de los vuestros, a vosotros, a los periodistas que sí estáis en una redacción, y a aquellos que perdieron su podio y engrosáis las filas del paro, como comunicadores sociales, creo que os puedo pedir algunas cosas:

- No comulgaremos con el #mal: una cosa es que pague las facturas, otra muy distinta que abanderemos su ideario

- Evitaremos en las redacciones escribir de lo que de verdad está pasando si lo que está pasando implica a personas físicas o jurídicas que pagan nuestro salario. Qué importa, tenemos otros medios para contar las historias verdaderas.

- Trabajaremos creyendo en lo que decimos, pero no por ello dejaremos de pensar lo que pensamos. Mantengamos la independencia necesaria para movernos como personas, periodistas que somos, al margen de la corporación, sus intereses y especulaciones, de la irrealidad que se nos pide alimentar.

- En los estrechos márgenes en los que nos podemos mover dentro del #mal, colaremos toda la información valiosa, socialmente importante, que se nos permita.

- Pero jugaremos fuera de esos márgenes y nos quitaremos horas de sueño para contar las cosas como merecen ser contadas.

- Inventaremos proyectos. Actuaremos con iniciativa. Dilapidaremos la herencia paterna en asuntos que eduquen al mundo. No esperaremos que la corporación nos cuide hasta el último día de nuestras vidas. Demasiadas veces hemos visto cómo un trabajador, que pensaba jubilarse tranquilamente en cierta empresa, es despedido sin contemplaciones. Haremos cosas gratis. Haremos cosas por nosotros mismos sin esperar retribución en dinero. ¡Nos autopublicaremos!

- Seremos generosos. Compartiremos lo que sabemos. Algún día la corporación, por esto o por aquello, no nos necesitará más. Ese día pondremos una tienda para coleccionistas de trenes antiguos o un hotel rural, y seguiremos contando lo que de verdad importa.

- El comunicador no puede esperar que ninguna empresa le ponga los medios para difundir su trabajo. El periodista debe esperar poder contar con una tribuna pública coherente y veraz, y hacer honor a ello. Pero si el medio de producción no es del periodista, el periodista no puede garantizar su independencia.

- Dejémosnos ocupar por el #mal, mientras éste resista. Que ya encontraremos otra forma de sobrevivir. Como escribe Milo J. Krmpotic' en Las tres balas de Boris Bardin: Siempre se conjunga en futuro, el verbo sobrevivir.



"Viva el mal, viva el capital", mira que nos lo repitió veces nuestra amiga...

domingo, 5 de septiembre de 2010

Reaccionaria, feminista, anticapitalista

Sacando ideas de contexto de El complejo de dinero (1917), Franziska von Reventlow.

Estamos en un sanatorio, o clínica privada para enfermos psiquiátricos, en algún lugar del Norte de Italia, en algún momento de la segunda década del siglo XX. La protagonista y narradora de este libro llega allí con la esperanza de liberarse de su “complejo de dinero”, pero sobre todo de sus acreedores. Contada en forma de cartas a una tal “Maria”, en el tercer capítulo pasan estas cosas:

Lukas es un personaje masculino, profesor de economía política, que apoya la incorporación de la mujer al trabajo. De acuerdo con la narradora, “tiene ideas extravagantes sobre la capacidad de trabajo de la mujer”. Ella, en la conversación, reivindica:

...que las mujeres no valíamos para ninguna actividad seria, ni siquiera para la costura o la cocina (...) Y el llamado trabajo intelectual era decididamente horrible y ruinoso”.

- Pero si usted es escritora...

Santo cielo, ¿cómo lo sabe? Ya sabes, Maria, que no lo soporto, que la mera palabra me produce verdadero repelús. De modo que, también esta vez, salté de mi silla como picada por seis tarántulas y dije que no, que yo no era nada. Pero de tanto en tanto tenía que ganar dinero y entonces me ponía a escribir, qué remedio, no había aprendido otro oficio. Como los desempleados que en invierno quitaban la nieve. La animé a preguntarle a uno de ellos si se identificaba con esa actividad y si le gustaría que le importunaran durante toda su vida con un "ah, usted es un hombre quitanieves" No lo entendió y dijo algo sobre la satisfacción que otorgaba toda creación intelectual.


- No la conozco, pero he oído hablar de eso -me atreví a comentar-. Lo único que me da aliento en esos trances es la idea de los honorarios
” (páginas 28-29).

Y dice más: “Creo absolutamente en la debilidad mental de la hembra, por dolorosa experiencia propia” (30).

El libro El complejo de dinero es de 1917. Su autora, Von Reventlow, nacida en 1871, no es ajena a los cambios que está sufriendo su sociedad. Es pobre, aunque de buena familia, aristocracia prusiana a la que no tiene empacho en abandonar en cuanto puede. No tiene educación alguna para el dinero, y probablemente tampoco ninguna educación formal. Muchos años ha pasado haciendo trabajos precarios y mal considerados (traducciones, colaboraciones en prensa, ¡chistes! en periódicos de la época) y viviendo gracias a la ayuda de amigos. Tiene un hijo de un primer matrimonio. Cuando está cerca de los 40, urde una única salida a su vida de penurias económicas. Se casa con un viejo noble del que piensa heredar una importante suma, y continuar su escritura con respaldo económico. Sin embargo, como cuenta el libro, el banco donde deposita la herencia quiebra en vísperas de la I Guerra Mundial. En El complejo de dinero, con inteligente y modernísimo ojo crítico, divide el mundo: no entre los que tienen y los que no; sino entre los que deben y aquellos a los que les debemos.

Leo el capítulo 3 (donde están las citas de arriba) y me pongo a la defensiva. Termino el libro y ¿por qué creo que es no una posición feminista, sino ultra feminista, reivindicativa y súper moderna? El personaje narrador es la única mujer del grupo "contracultural" que se forma en el sanatorio. Todo el tono de la obra es jocoso-irónico, en sus sentencias acerca del dinero, la aristocracia, la psiquiatría, etc, y con el mismo barniz ha de ser leído el vertido de ideas de ese capítulo. La mujer que escribe esas líneas está a punto de degustar, y luchando con todas sus fuerzas contra, lo que significa convertise en carne de capitalismo.

Es una propuesta de pasividad la suya, pero al mismo tiempo es política y combativa como pocas cosas vistas de esa época. Lo que está tratando de evitar en la segunda década del siglo XX, con estas declaraciones, es precisamente lo que ocurrió: que la mujer se convierta en el siguiente objeto de explotación capitalista.

...por dolorosa experiencia propia”: también quiere decir que entrar en la máquina capitalista es una trampa, dolosa y humillante, y encima -no se expresa directamente, pero no es difícil leerlo entre líneas- la mujer tiene enemigos dobles: no sólo está en posición de desventaja por su sexo; a lo que realmente se enfrenta la mujer que busca la “liberación” es al capital, a sus desigualdades y arbitrariedades.

El que von Renventlow no crea en el "cerebro femenino" quiere decir, en realidad, que no está dispuesta a entrar en la lucha. Está reivindicando la total y absoluta emancipación de la mujer, frente al hombre, pero sobre todo frente al capital.

Esto se me apareció claro más adelante, cuando el mismo interlocutor hombre contraataca:

"- Y entonces, con esa arena y esas piedras, quizá tenga mayores posibilidades de conseguir un respaldo económico -dijo Lukas con alevosía-, porque pudiera darse el milagro inverso, es decir, que por fin despertara su voluntad. Piense una sola vez en las tantísimas mujeres y muchachas que, inmersas en la vida profesional, se ganan el pan por su cuenta en lugar de filosofar sobre las razones por las que no tienen patrimonio".

Ella le contesta:

"- La profesión de la mujer es, en primer término, la de esposa y madre -declaré no sin solemnidad patética-, y yo he cumplido con ella como buenamente sabía y podía. Estoy casada por segunda vez y tengo un hijo de mi primer matrimonio. (...) Pero claro, usted eso no lo reconoce como aportación social, prefiere meditar en cómo puede ayudarme a encontrar cualquier espantosa colocación profesional. Siento el máximo respeto por aquellas mujeres y muchachas que se valen por sí mismas, aunque considero que es una lamentable aberración de la Providencia el que estén obligadas a hacerlo. Además, usted es la persona más injusta que se haya cruzado en mi camino porque debería admitir que he resuelto mi problema económico a mi manera... Nunca he tenido ingresos fijos ni una profesión determinada sino sólo ocupaciones momentáneas que no dieron para mucho. Y sin embargo he “vivido” un buen número de años, quizá incluso mejor y de forma más agradable que otros con su profesión y todo lo demás". (84)

Vivir un buen número de años, incluso mejor y de forma más agradable que otros con su profesión. Atados a nuestra profesión, a los demás nos toca sobrevivir.

//Esto no es una reseña literaria. Quien quiera saber más sobre el libro de Von Reventlow debe buscar reseñas muchas que hay en la red, o ésta que escribí en notodo.com / Esto forma parte de apuntes en pos de algo todavía sin forma ni objetivo. Los textos que publique caerán bajo la etiqueta, discúlpenme los biempensantes, "la vida sin hombres". Las negritas en los textos citados son, evidentemente, mías. //

Últimamente

Las dos reseñas publicadas por servidora durante agosto en la mejor agenda cultural que uno echarse pueda a los gaznates: notodo.com. Suscríbanse, es gratis.

"La eterna necesidad" es el texto acerca de El complejo de dinero de Franziska von Reventlow. Un libro de "otra" especie, del que estoy escribiendo más cosas "sacadas de contexto".



"La vida mancha", discúlpenme la apropiación, es la reseña acerca de Javier Mije y su El fabuloso mundo de nada, un libro de cuentos como a mí me gustan. Doce cuentos sin piedad, también, podría haber sido el título de este texto.