viernes, 31 de diciembre de 2010

Obrerxs

Imagen de la galería de Liberto Montecruz.

“La gente en ese cine parecía que no había visto un obrero en su puta vida”.

La situación que retrata esa frase la conozco bien. Esta crisis golpea no por igual a todo el mundo. Son unas pocas palabras sacadas a uno de los episodios de la parte central de El talento de los demás (Alberto Olmos) y supongo que se refiere, no lo sé, a la película En construcción de José Luis Guerin (2001). Lo mismo me da. Este va a ser el último post de 2010. Y acaba el año con muchísima debacle.

Me va a salir un post disperso y descentrado. Y sentimental. Vengo siendo just-a-working-girl desde hace mucho tiempo, pero hace menos meses lo convertí en... ¿cómo decirlo? Una marca. Cuando se me ocurrió, y me puse el burka ideológico, “parecía una buena idea”.

Durante el programa del lunes pasado, dimos en un hueso o callo o roca de granito al respecto de los derechos de autor, los copyright y los copyleft. Gratis no es lo mismo que libre. Pero libre quiere decir las más de las veces gratis. Cierro 2010 más pobre que una rata y, mientras en el Congreso (mal, en la Academia de cine) se reúne Álex de la Iglesia con “los representantes de los internautas” (mal, con representantes de la producción audiovisual y expertos contrarios a la "ley antidescargas") y te enteras de que hay una subvención millonaria para una película de la Ministra Ángeles González-Sinde (son dos hechos separados, pero no tanto), intento cobrar dos o tres facturas de hace ya varios meses (doscientos euros) para poder comprar algún regalo de Reyes Magos. Como vengo contando por aquí, trabajo del orden de catorce o dieciséis horas al día, y no veo el final del túnel nunca, ningún día.

El talento de los demás me hace entrar en una serie de cuestiones que ya me molestaban y obsesionaban hace tiempo, aunque este libro llega a ellas de otra manera. No dejo de tener trabajo y no dejo de tener una absoluta indisponibilidad financiera. Con lo cual quiero decir esto:

Versión dramatizada de mis ideas número 1

Escena 1
¿Se puede poner al teléfono el señor XXXX?
Lo siento mucho, está indispuesto.

Escena 2
¿Puede pagar usted esta factura atrasada?
Perdóneme, mi cuenta corriente está indispuesta.

Pero trabajo y trabajo y trabajo. Y a veces pienso que la mitad del trabajo que hago es una condena autoimpuesta. Leer a ésta, a aquél, a aquellos. Luego comentar, criticar, reseñar, luego preparar programas, hacerlos, publicarlos, distribuirlos. Termino el 2010 y mi aportación a la “Cultura libre”, la que no interesa a nadie, es absurdamente grande para lo pobre que soy:

- aquí podéis encontrar quince o veinte artículos publicados en notodo.com a lo largo del año
- aquí las veintitrés reseñas que he publicado en Estado Crítico en todo 2010
- aquí cuarenta y tantos programas, a medias con Elena Cabrera, de nuestro podcast
- aquí los artículos con los que los distribuimos en Periodismo Humano, donde empezamos a aparecer en abril.

Mi queridísimo primo Miguel Ángel me suele regañar porque no escribo nada. Porque no termino nada de lo que empiezo, más bien. En verdad, escribo todos los días, un par de posts, muchos apuntes, cuarenta anotaciones, artículos breves... Tengo otro buen amigo que me regaña de vez en cuando, y me dice que vale más un libro malo que cien artículos cojonudos. A él no le hago mucho caso. Escribiré, algún día, como escribía cuando tenía dieciocho y veintidós, pero no será un libro malo.

No puedo dejar de atravesar esta crisis pensando, y escribiendo, y ya veremos por dónde sale. El autor no vale un minúsculo comino, eso ya lo sabemos, pero algunos ya tenemos los suficientes años para cabrearnos por la estupidez que viene adjunta alrededor del mundo literario/editorial. Tanto, tanto nos cabreamos, que esta crisis actual significa que estoy empezando a desear no tener que leer ni reseñar nunca más a nadie. Que me dáis igual todos.

Que los desvelos y la falta de sueño que me gano por estar leyéndoos no me merecen la pena. Salvo, eso sí, por conocer a alguna gente muy válida. Estupenda. Pero yo no como gente. Mis hijas no comen gente. Yo soy una obrera. Yo tengo que tener un sueldo. Un sueldo inexistente, una quimera, la entelequia de conseguir un contrato laboral, que persigo desde hace casi ocho años, que no existe, que me esquiva, que se me hurta siempre en el último minuto.

Obrera. Sí, de las ideas. Sí, de lo más abstracto. Abstracto es el dinero, pero ése no viene a mí. Quisiera trabajar con las manos:

Versión dramatizada de mis ideas número 2

¡Anda! ¡Si trabajo con las manos! ¡Si todo lo que hago lo realizo tecleando en este ordenador!
No, no iba por ahí la cosa, ¿sabes instalar una puerta?
No
¿Has tenido que pagar por instalar una puerta?

¿Cuánto has pagado?
120 euros
¿Cuánto tardó en instalarla?
Una hora
¿Cuánto cobras por una reseña?
Entre 12 y 100 euros, dependiendo del medio.
¿Cuánto tardas en escribir una reseña?
Sin contar la lectura, entre dos y cuatro horas.
Qué obrera más triste eres.
Sí, ya lo sé. ¿Qué hago?
Buscarte la vida de otra cosa.
¿Qué da dinero?
¿La prostitución?

Hoy lo he dicho por muchos medios. Tiene que parar ahí. Tiene que parar ahí. Tiene que parar ahí. No podemos seguir aceptando ciertas barbaridades y atropellos. Tiene que parar ahí. Tiene que parar ahí.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Busco un centro de gravedad permanente

Desde hace diez días al menos, no puedo parar de ver este vídeo:



Como consecuencia natural, he escuchado casi ininterrumpidamente toda la discografía de Franco Battiato (la disponible en spotify) desde entonces, en random, encontrándome con grandísimas canciones ya conocidas (Nomadi, Bandiera Bianca) y otras muchísímas que no había escuchado nunca. Recuerdo haber tenido, en la época cassette, uno de esos recopilatorios de Battiato cantado en español (no sé si todo o en parte), porque hasta donde yo sé nadie hizo el menor caso a esta bestia parda en España hasta que le dio por grabar Nomadi en nuestro idioma y el vídeo fue pasado asiduamente en La bola de cristal.

Después, desconecté de Battiato, en la medida en que lo encasillé en una canción melódica vagamente transmediterránea; su hermosa voz y su nariz doblemente hermosa seguían siendo las mismas, pero se trataba, creo desde lo lejos, del tipo de artista que continúa viviendo de la fama ganada años atrás (hay una versión en directo, se puede ver en youtube, de Centro di gravità permanente, en la que duplica el tempo y carga las tintas con una sección orquestal de cuerda... too AOR).

Así que lo escuché mucho cuando tenía diez o doce años y paré. Ahora estoy descubriendo al Battiato que grabó discos desde ¡1965!, tiene pasajes de verdadera experimentación sonora, y era capaz de cantar cosas como Non sopporto cori russi / La musica finto rock la new wave italiana / Il free jazz punk inglese / Neanche la nera africana.

El vídeo de Centro di gravità permanente, que me mandó un amigo (desconocido, pero conocido desde los años flickeros), me ha hecho cambiar por completo mi visión de Battiato: histriónico en su seriedad, capaz de la autoparodia, bailarín de tremenda coreografía de vanguardia, ridículo y potente, hermoso, ¡joven! y sin gafas. Ahí donde mira frente a frente a cámara (jamás moviendo los labios en playback), parece querer decirnos: "soy una estrella del pop pero me estoy riendo de vosotros, de vuestras creencias y ambigüedades, de toda la bastarda falta de chispa crítica con la que asumís el mundo y os cambiáis de chaqueta día tras día"; ese gesto, ese rostro resumen una actitud desafiante, anticomplaciente, ácida y punk, que me parece hoy no necesaria, sino imprescindible.

Al mismo tiempo, todo esto entronca con la propia rabia que genero dentro, que no sé de dónde viene, y con la lectura compulsiva de Vida y opiniones de Lector Malherido, quien, se me antoja hoy, se encuentra bastante representado en la letra de Centro di gravità permanente. Yo no sé lo que es una opinión contundente. No estoy segura de nada, no me apego a ningún proyecto, no tengo la más mínima certeza, ni siquiera de estar aquí ahora mismo escribiendo esto frente a una pantalla de portátil, ni siquiera de estar escuchando en random la discografía completa de Battiato. Yo no busco un centro de gravedad permanente, aspiración que Battiato y yo sabemos que es una entelequia; me basta con poner en mi altarcito de dioses paganos la beligerancia humanística de Battiato, para siempre. Mis obsesiones dan para esto y no más.

lunes, 6 de diciembre de 2010

SCUM Revival Week


El lunes pasado publiqué una reseña en notodo.com sobre la novela Escuela de sueños, de Sara Stridsberg (451 Editores). En estos mismos días, apareció otra crítica del libro en el número 160 de Qué Leer. El miércoles 1 de diciembre colgué por primera vez mi firma en el suplemento cultural que más me gusta de todos los que salen en la prensa española (¿debería decir catalana?). Y el tema de esa pieza también estaba sacado de la misma novela, en la que la autora sueca reconstruye imaginativamente la vida de un personaje anómalo y fundamental del devenir feminista del siglo XX: Valerie Solanas. (Si alguien siente curiosidad, tiene el texto aquí y aquí para su lectura).

He de decir varias cosas: que tuve conocimiento de Escuela de sueños a través de Elisa G. McCausland (recomendación personalizada, no se equivocó); que Solanas y el Manifiesto SCUM estaban anotados entre mis intereses desde hace ya muchos años (no sé cómo llegué a él, a través de alguna disquisición de la época 1.0 de este blog, me parece); y que el título de la entrada me lo dio JC, quien es también el responsable de que hoy pueda tener una carpeta "Cultura/s" en los documentos de "Colaboraciones".

A riesgo de ser cansina, puedo continuar: buscaba "nuevos modelos masculinos" en el programa de hace dos semanas. Aquí el post en el blog del programa, aquí el texto en Periodismo Humano. Caprichosamente, tal vez, me interesaba indagar cómo se ven a sí mismos algunos "jóvenes" escritores, y qué modelos hacen encarnar a sus personajes masculinos en sus novelas. Una bonita bofetada conceptual me llega en ese espacio:

"A ver si va cuajando la idea de que somos ya muchos y muchas los que no vamos buscando “modelos”; ni masculinos, ni femeninos, ni todo lo contrario."
Comentario de Luis.

Si bien no hace mucho era de las que pensaba que las categorías femenino/masculino debían de estar superadas y que de poco nos iba a ayudar a la "normalización" la existencia del mayor dedo apuntador de todos, el reabsorbido Ministerio de Igualdad, hoy no soy de esa opinión, en absoluto. Me crecen los enanos del circo cada día, y el documento "La vida sin hombres" aumenta en longitud con referencias que debo constatar. Iremos tras ellas poco a poco, básicamente porque estamos llegando a un punto en el que las mujeres (de mi generación y más jóvenes) están olvidando lo que les corresponde, por puritito cansancio o por la muy postmoderna actitud de "estamos de vuelta"; yo no busco el feminismo por decreto en las aulas, sino aniquilar el adocenamiento.

Por un mundo sin categorías
El Manifiesto SCUM hay que leerlo y aplicarlo: no, no me refiero a aniquilar al sexo masculino. Quisiera, de veras, aniquilar el concepto, la categoría epistemológica. Si desaparece uno de los sexos, desaparecerán la lucha, la tensión, la desigualdad y el abuso. Algo de lo que digo en ese artículo del Cultura/s es que Solanas debería haber escrito el Manifiesto en formato de ficción: habría colado como con vaselina.

Que ni quiero ser hombre ni quiero ser mujer (por algo me coloco el burka de trabajadora), que quisiera dejar de saber el sexo del que ha escrito aquello, ha producido tal película, ha emitido tal barbaridad; que la última de las cosas que me importa en lo creativo es qué tiene entre las piernas su autor/a: es un hecho. Pero que en el mundo aún son categorías -puede que más que nunca- y etiquetas de mercadeo: son dos hechos.

A esto dedicaré otro post, otro día, con ideas y diálogos socráticos (sí, a veces, también de eso hay) que surgen espontáneamente en twitter. Os dejo una bonita anécdota de ayer mismo: mi hija de cinco años anda aprendiendo rudimentos gramaticales. Y me señalaba el género de las palabras que tenía en una ficha fotocopiada:

vaca: femenino; sol: culino.

Después de corregirle, me di cuenta de que le sucede con otras palabras (sobre ese magnífico plato italiano de láminas de pasta y salsa boloñesa, piensa que la primera sílaba es el artículo y dice "me encanta la saña"); y me di cuenta además de que -la etimología ahora no viene al caso- la palabra mas-culino lleva un aumentativo impropio, cargante e indecente. Y que es fea de cojones.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Dímelo delante de ella


Escrito al entrar: La idea de que Gabriela Wiener, la escritora y periodista que vive de contar en primera persona las más sucias gamberradas, siente pánico ante la idea de exponer sus intimidades de pareja ante la audiencia.

Eso mismo pensaba minutos antes de acceder a la Sala de Juntas del Círculo de Bellas Artes, el sábado del Festival Eñe, porque esos minutos se alargaban y unas cuarenta o cincuenta personas esperábamos en la antesala. Yo no sabía por qué.

Que escribir es un vicio pernicioso y, a veces, un solipsista método de desnudamiento, es algo que algunos de mis lectores saben. Que cualquier lector de blog “personal” sabe. Algunos conocerán a la simpar Gabriela Wiener (a la cual dediqué unos cuantos textos tras la lectura de Nueve Lunas), unos cuantos menos conocerán a Jaime Z. Rodríguez (quien, para mí, hasta hace bien poco no era nadie).

Hoy es el director de la revista Quimera, y he de decir que la revista me gustaba en su etapa anterior, pero que Jaime está invirtiendo y experimentando para que me atrape cada día más. Antes de ese hecho, desconozco a qué se dedicaba. Pues, al contrario que su pareja, no pasa buena parte de su jornada contando su vida al mundo.

No es un caso demasiado común éste: es ella la que tiene mayor visibilidad social (en lo literario), dos libros publicados y ampliamente comentados (Sexografías, el mentado Nueve lunas). En el Festival Eñe, fuimos citados por la pareja para una “acción” en la que nos contarían sus interioridades: Dímelo delante de ella.

JAIME: No somos actores. Yo dirijo una revista literaria

GABI: Yo trabajo en una revista que regala pelis porno.

Quería, necesitaba saber qué tramaban entre los dos: hasta hoy -salvo por algunas de las barbaridades gonzo a las que Gabi ha logrado arrastrar a su marido- no conocía experiencias literarias de la pareja. Y nos prometían desnudar sus chats íntimos.

Lo hicieron entre los dos, con cuatro manos, dos webcams, dos pantallas que proyectaban sus gestos y reacciones, un diálogo que estaba a medio camino entre el vodevil televisivo y la literatura epistolar amorosa. Con mesura y afán exhibicionista a partes iguales, nos hicieron llegar una selección de fragmentos de los cientos de chats que debe albergar, después de diez años de convivencia, la inmensa barriga (y engordando) de los respectivos gmails.

A través de diversos episodios, sin hilación cronológica, de su vida en común -incluyendo traslado a España, vida en Barcelona, pinitos literarios, primeras publicaciones de Gabriela, cambios de casa, nacimiento de Lena...-, nos contaron todo eso anclándose básicamente en su literatura común, con un emisor y un receptor únicos: ahora, de pronto, revelada. Ella nos tiene acostumbrados, él no tanto; pero en mi interior no pude sino asistir, cada minuto más tocada y violada íntimamente, al desnudamiento de los grotescos fenómenos que se dan al interior de cualquier pareja. Al interior de cualquier pareja que tiene, al menos uno de ellos, afanes literarios. Gabi, sin pudor, se enseñó como la mujer adicta a la admiración y fanática del piropo. Jaime, con pudor, mostró un poco de sus ambiciones poéticas y los sentimientos de frustración que, durante años, ha acumulado, por apuntalar el desarrollo creativo de ella.

“¿Quieres ser escritora? ¿Quieres ser escritora? Pues ¡escribe!”

Podría ser un diálogo de una sitcom o de uno de esos filmes muy dramáticos con patologías psiquiátricas diversas entre sus personajes. Lo cierto es que es parte de mi vida íntima y, a medida que se desarrollaba la charla/acción mutante de Gabriela y Jaime, más me gritaba en la cabeza, ésa y otras cosas que en otros tiempos tuve que escuchar.

Ese día, durante la escenificación de Jaime y Gabriela fue como si mi historia hubiese tenido una alternativa; un “si usted desea ser escritora, confíe en su pareja que le va a ayudar y pase a la página 205”.

Y siete años más tarde esa persona está un poco cabreada y frustrada por no haber podido hacer ninguno de sus saludables planes, pero tú has sido persistente y talentosa y trabajadora y tienes por ahí un par de libros con tu nombre en el lomo.

Y seguís juntos.

La idea de la acción, al parecer, se la dio Jorge Carrión a los dos. Aunque este territorio carnoso, sexual, fustigado por libidos enormes, abigarrado con pañales sucios, castrado por la apretura económica, asfixiado en frustraciones asombrosas y miserables, probablemente refleje a muchas parejas del orbe, pocas se me ocurren que podrían haber contado cosas tan rotundas. Sin parecer Pimpinela, aunque quisieran.

Hay una escena en su performance que (me) puso los pelos de punta. Ellos se pelean. De verdad. El ego de uno y la paciencia del otro. Demasiado real, demasiado humano, demasiado bien escrito porque son dos escritores como la copa de un pino. Demasiado vivido.

Pero desde un buen principio ellos nos lo advirtieron:

GABI Esto no va de literatura, va de amor.
JAIME: Esto es definitivamente un acto de amor

Probablemente, escribir no pueda ni deba ser otra cosa.

Escrito al salir: Esto que han hecho Gabriela Wiener y Jaime Z. Rodríguez ha sido sencillamente impresionante. Claro. Sucumbo a la lágrima o salgo corriendo a emborracharme. Lo segundo.