miércoles, 23 de febrero de 2011

Un relato de anticipación

Como divertimento -y como sincero proyecto de artículo- escribí este relato. Hoy aparece en Cultura/s de La Vanguardia la versión final, más orientada al análisis y menos a la creación. Por eso me apetece dejar aquí el boceto de lo que pudo haber sido. WARNING: Salvo el primer párrafo, ES TODO FICCIÓN.


En agosto de 2010 Mary Bale, británica de cuarenta y cinco años, es detenida por haber arrojado a un gato dentro de un contenedor. El gato permaneció allí durante quince horas. La acción fue grabada fortuitamente y distribuida masivamente en Internet por los dueños del animal. Los dieciséis segundos del vídeo dieron la vuelta a todas las redes y se crearon grupos en algunas redes sociales que solicitaban “pena de muerte” para la mujer. Acabó pagando una multa por su acción, además de perder su trabajo en una sucursal bancaria; el juicio tuvo en cuenta la “vilificación” a la que se le había sometido. La búsqueda “Mary Bale” en Youtube entrega aproximadamente 1000 resultados a día de hoy.

Mayo 2011 - A.J.L., español de sesenta y dos años, acaba de salir de una larga convalecencia en el hospital. No tiene ni idea de que ahora no le quedan tres años para poder jubilarse, sino cinco, así como no se ha enterado de otras cosas. Baja una mañana, como solía hacer, al bar de su calle, pide un cortado y se enciende un cigarrillo. Tarda dos caladas en enterarse de que ya no se puede fumar en ningún local cerrado, pero el chico de la perilla, que se larga sin pagar en medio de la charla del camarero y el inadvertido delincuente, lo ha grabado con su iPhone y una hora después ha subido el vídeo a YouTube, antes de ponerse a trabajar. El hombre no entiende por qué, cuatro meses después, le siguen llegando mensajes anónimos al buzón de su domicilio.

Mayo 2012 - A pesar de las resistencias comprensibles del presidente de la red social Facebook, los usuarios ganaron, y aplaudieron con millones de dedos alzados la instalación del tan solicitado “dedo bocabajo”, con el que podrían expresar un sentido “no me gusta” ante los contenidos. Al tener las dos opciones habilitadas, la inmensa comunidad mundial se ha puesto casi unánimemente de acuerdo en marcar todo como “no me gusta”.

2015 - Mark Zuckerberg lo había hecho años atrás una especie de mantra y muchos otros lo tomaron por ley: “Son los usuarios los que cuidan de los contenidos. Es la comunidad la que vela por la seguridad y confiabilidad de la red”. Se han destapado hasta hoy cientos de casos de perfiles falsos. Se han roto innumerables identidades encubiertas que algunos utilizaban para contactar anónimamente con sus semejantes, sin comprometer sus actividades o sus conexiones verdaderas. A la vez, lo que más se ha perdido es la amistad.

Octubre 2015 - Carta anónima en un diario digital: “Quedan pocos amigos de los de antes. De los que no criticaban a tu novio o no se molestaban contigo por llevar la camisa fuera del pantalón. “La verdad siempre prevalece”, decís todos. Así que la nueva moda es contarle al novio de tu amiga lo que ésta ha publicado como un mensaje “sólo para las solteronas”: “El compañero de trabajo x de mi novio está como un queso”. Ya sabéis por qué estoy escribiendo esto. No tengo desde ayer ni novio ni amigas ni amantes y en el trabajo me miran como si fuese una zorra”.

Estamos en 2016 - Manifiesto de uno de los foros más influyentes y concurridos de la red en España (nadie les puede chistar): "Nosotros no opinamos, actuamos. Hemos visto cómo a aquella chica la buscaron antiguos compañeros del instituto para hacerle pagar por una broma no muy bien intencionada, en los buenos viejos tiempos. Fuimos nosotros. Hemos visto a aquel tipo que se pensaba que sus contactos con docenas de “singles” en la red social no podrían ser rastreados, y acabó vistiendo un barril por las calles. Fuimos nosotros. Hemos visto a todas esas que, locas, no han podido soportar la merma de los derechos civiles de gays y lesbianas y han saltado a insultarnos en sus foros. En fin, se los hemos cerrado, y además seguimos persiguiéndolos sin descanso en cada una de sus presencias digitales. Los contenidos no son suyos y se lo estamos demostrando. Cada una de las cosas que “comparten”, ese verbo que adoran, es marcada cientos de veces como contenido inapropiado: duran menos que un caramelo a la puerta de un colegio".

Abril 2017 - Nacho Vigalondo estrena su sexta película. No le gustó a Vicente Luis Mora quien, a su vez, acaba de publicar un reprise de Alba Cromm: la corta memoria del público le permitía volver a experimentar el formato. Los fans de Vigalondo orquestan un motín digital contra Mora, rascando fragmentos y frases del libro que “demuestran” la tendencia pedófila del crítico cordobés. Se forman dos bandos de gritos y dedos hacia arriba y hacia abajo, una verdadera locura. Un consejo de sabios se reúne. Facebook resuelve borrar las cuentas de los dos.

Julio 2018 - Mark Zuckerberg se arrepiente de todo. Nadie le entiende. Siete millones de dedos bajan para condenar ese mensaje en su muro.

Es 2020 y sólo el 10% de los usuarios publica su estado civil, la empresa en la que trabaja o sus amistades verdaderas; se atreven tan sólo aquéllos que han obtenido un “status” avalado en algún oscuro búnker de Silicon Valley. Se requiere entrevista personal y se paga en órganos humanos.

Estamos en algún año de la tercera década del siglo XXI, y prácticamente la totalidad de españoles son amigos del rey, Felipe VI. Un usuario preguntón le increpa sin parar acerca de la calificación de unas tierras de nadie en Castilla la Vieja (que ha vuelto a su denominación por aclamación popular digital, al reunir a treinta y cinco millones de fans en la página que lo solicitaba). A la decimoquinta pregunta del buen hombre, el rey responde “¿Y tú por qué no te callas?”. Es en ese día que comienza la instauración de la Primera República Democrática de las Redes Sociales.

Los que nunca han tenido cuenta en Facebook (un dos por ciento de la población) no se han enterado de nada, y algún domingo que otro aún se levantan pensando si no les tocará ir a votar.

domingo, 13 de febrero de 2011

El énfasis

Imagen tomada prestada de este sitio, porque da permiso.

No llegué a decirlo pero lo pensaba, estos últimos días, durante el enésimo arrebato de un twittero-famoso (esa categoría): en el momento en que #tuputamadre u otra expresión similar llegara a los Trending topics de twitter (nacionales, claro), me quitaba. Y hubiese sido la segunda vez.

Por suerte, algunas cosas: me importan no demasiado los TTs (más que porque reflejan lo que hay); la mayoría de la gente a la que leo no siguió el asunto ni le dio más énfasis; y aún creo que la herramienta es mucho mejor que aquello que se impregna en el afuera, llámese medios de comunicación, diarios online, bloggeros de postín u opinadores profesionales.

Trabajo desde hace ya algún tiempo en ese resbaloso terreno que se llama Social media (redes sociales, no más), pero observándolo con distancia, algo de suspicacia y un mucho de descreimiento. Esto es, en todo caso (y lo cuento a riesgo de quedarme sin trabajo) porque no creo en el marketing ni en la colonización de la red a cuenta de las marcas. Aunque a veces pienso que toda resistencia es fútil, me resisto.

Vengo utilizando diversas redes sociales desde 2005 con toda la hartura y pasión de la que soy capaz; explotándolas, sería más acertado; en algunas ocasiones, con resultados elefancíacos: cometiendo todos los (ho)errores y pagándolos después. Para eso tuvimos los primeros años, las primeras redes, las primeras descargas de adrenalina, los primeros espejismos de amistades online, los escarceos y experimentos los tuvimos entonces. Nunca había visto -y es que me planteo que la burbuja creada por los social media marketers (¿aprovechada?) y demás fauna está pronta a estallar- tanta inquina lanzada y absorbida a través de estos medios.

Diríase que el dilema está en: dada la impresionante inflación en los contenidos (y sobre todo en las opiniones, que no son lo mismo pero que se mezclan como si fuese aceite sobre espaguetis) en esto que llaman los medios sociales, ¿cómo destacar? Los recién adoptados, los que han sido evangelizados, los que están llegando a estos espacios convencidos por su asesor de imagen de que "mola", parece que necesitan hablar más fuerte que los demás. Y entran a hacernos compañía como elefantes en una cacharrería.

El énfasis de los dictámenes. Las opiniones contundentes. Las descalificaciones ("tu puta madre, guapa"). La furia. El insulto ("mujer fascista"). Una rabia desmedida. Las cadenas insufribles de bromas (y no sólo eso) a costa de una metedura de pata. Hay que hablar sea lo que sea lo que se diga. Hay que quedar por encima. Quedar vencedor.

Solo leo volumen a mi alrededor: hay que enseñar más carne, esto es una pelea a muerte, hay que ensañarse. En las escuelas de relaciones públicas en medios sociales se cuenta (aventuro) la ciencia del énfasis. Del abultar, resaltar e imponerse. Aunque no venga a cuento: cuando vivía en Chile siempre sabíamos cuándo había españoles alrededor, no hacía falta ni prestar oído al acento. En las redes sociales hay muchos "españoles" porque el acento que se impone es el de la brutalidad. La palabra énfasis es una palabra preciosa que se me está deconstruyendo.

Mientras, sí, también declaro que no debemos dejar de tener opiniones contundentes. El énfasis actual es eso sin su contrapartida: yo puedo opinar, pero tú no; yo puedo hablar, pero a ti no te dejaré expresarte; tú puedes bromear, pero si me daña insignificantemente te haré caer. Donde hay énfasis, debería existir también ponderación.

Necesitaríamos contexto y sobre todo un barbitúrico ideal contra las crisis de poder, que me he procurado yo sola todos estos años, que no se trafica en ningún mercado negro y que se ingiere tan solo leyendo un poco: te obliga a pensar unos minutos tus reacciones, te sitúa en el lugar del otro, te disecciona los argumentos que creías tan perfectamente férreos y formados. Te da otra visión, oiga, y es baratísimo.

Se llama relativismo. Aunque contra toda norma, la medicina es mucho más accesible para los que no somos nadie.

sábado, 12 de febrero de 2011

25 centímetros

"Somos la generación técnicamente mejor preparada. La más competitiva. La más guapa. La generación de hombres y mujeres incapaces de levantar la voz. Viviemos en la era de la comunicación, de las pastillas de diseño. La que se deja seducir por cualquier estímulo que nos ponga una sonrisa, puede que artificial, sin el peso de la exigencia. Somos la generación a la que le tiembla el pulso por las mañanas. Somos la generación perdida. Papa, tú lo sabías,"


David Refoyo ha debutado "editorialmente" con una novela llamada 25 centímetros. Tengo el blog en modo "álbum de cromos", esperando mejores momentos. Baste este apunte para decirme a mí misma: he de escribir más sobre este libro.

Fallar

El blog Estado Crítico ya tiene Premios 2010. Cada uno de los integrantes del blog ha hecho sus votos, se han consensuado y hemos "premiado" a Fernando Vallejo (novela), Francisca Aguirre (poesía), Sayak Valencia (ensayo) y Javier Lucini (traducción).

No creo en los premios, en listas de lo mejor ni en clasificaciones. Pero así lo hemos montado, son menciones casi honoríficas, y para mí es una oportunidad de volver a rescatar el libro de Valencia, Capitalismo gore, imprescindible en el contexto actual.

Aquí podéis leer más sobre el fallo.

martes, 8 de febrero de 2011

País largo como una hebra

Me encontré el viernes con un artículo en el periódico-cuyo-nombre-no-volveré-a-mencionar. Ése que despide a 2500 personas de su plantilla para, días después, plegarse a las protestas de unos cuantos airados y decir que "ninguna broma con..." (ponga usted aquí: la abuelita, el niño deficiente, la mujer maltratada o las víctimas del terrorismo, a gusto del consumidor).

Cualquiera que me conozca un poco, sabe de mi fascinación por Chile, que no puedo racionalizar, que está hecha de corazón, recuerdos y vestigios, y que quisiera actualizarse con un viaje futuro, una nueva toma de contacto real (volví de allí hace ya ocho años).

Todo ese tiempo es el que llevo observando desde lejos lo que sucede culturalmente en Chile. Esto que da título al artículo vengo predicándolo desde hace varios años, así que me satisface comprobar que la tendencia se hace palpable. Hasta Vincent Moon se ha visto seducido por lo que allí está pasando (estuvo hace un año en Valparaíso y otras localizaciones grabando con los artistas, el vídeo es parte de ese documental). No se le puede pedir a un diario de difusión masiva que esté a la última (más bien están p'al arrastre), pero los músicos a los que hace referencia, los argumentos y casi todo lo demás (salvo los discos más recientes) están en una serie de artículos que publiqué en 2007-2008. Di luz a una entrevista a Gepe en Rock de Lux, un reportaje al pop indie latinoamericano (ampliando un poco el foco) que salió en Calle 20 y a este artículo de Clone Magazine que, en su día, no subí al blog (ni tengo respaldado en ningún lado, por lo que veo). Por eso me apetece rescatarlo.

Take Away Show _ special 'TEMPORARY VALPARAISO' (teaser) from Vincent Moon / Petites Planetes on Vimeo.



INDEPENDENCIA CULTURAL
Indie chileno en la década del 2000


País largo como una hebra, entre la cordillera y el océano, sufre de aislamiento natural. Pero, dentro, experimenta un momento de creación musical efervescente que se vive como una sacudida del abotargamiento. Los artistas de esta generación se presentan sin complejos, evolucionan sin pedir permiso y van dejando, en lo que va de década, el poso de un trabajo serio y creativamente goloso. Eso sí, en este reportaje, no hay dos iguales.


Era 1986, duros tiempos para hacer pop en Chile. Uno de los grupos de la época (mitológicos de punta a punta del subcontinente), Los Prisioneros, cerraba con ese tema el recordado ‘Pateando Piedras’ (Emi Odeón Chilena, 1986): ‘Independencia cultural’ es tan lúcida y actual que fascina. En Chile, creativamente, siempre se ha mirado poco, o a destiempo, hacia fuera. Pero aquí vamos a hablar del hoy. La agitación interna que se vive en lo musical merece que nos detengamos a revisar qué, y por qué, y quiénes.

Daniel Riveros, Gepe, ha acaparado recientemente la suficiente atención (siendo bien recibido además en Argentina, México y España) para tener que vérselas con envidias y otras yerbas. Alguien dijo en la prensa que era “el nuevo Víctor Jara” y el eco se amplificó. Puede que no lidere ningún movimiento ideológico pero –salvando las distancias-, él está recorriendo el camino de búsqueda de un lenguaje que todo autor debería seguir. Dice, “yo lo tengo como referente musical, no como figura”. No es el único, voto a bríos. En la senda de la recuperación desacomplejada y recreativa del folk, está el trabajo de Manuel García, con ‘Pánico’ (Alerce, 2005), aliento trovero y una voz que remite inmediatamente a la de Silvio Rodríguez. Cerca, pero sin tocarse, se sitúa Leo Quinteros (telonero de la reciente gira de Dominique A); su cuarto álbum es ‘Los accidentes del futuro’: esquemas pop-rock sesenteros, jugueteo melódico y textos de enorme solidez. Escucharle trae a la memoria grandes nombres del rock y figuras sabias del pop latinoamericano como Charly García.

Ni tanto ni tan calvo
“En Chile hubo un periodo cultural un poco vacío o muy reprimido durante los 70 y 80. En los 90 empezaron a ocurrir cosas. La segunda mitad de los 90 sirvió para crear una plataforma para que la generación más joven, la que empezó a florecer en el 2000, pudiera tener mejores herramientas de creación. A la vez, esa generación quiere sacarse el estigma de arte politizado que tenían la mayoría de las creaciones chilenas”, dice Rodrigo Santis, capo de Quemasucabeza, uno de los sellos que más y mejor agitan allí. Desde Neurotyka, discográfica que anima la escena alternativa desde el 2004, opina Hixaga: “Siempre ha existido una escena independiente, no muy grande, claro, por el tamaño de nuestro mercado. Ahora bien, desde la irrupción de las nuevas tecnologías, las que tienen que ver con la internet social o web 2.0, la escena musical se ha expandido. No creo que sea un momento especial, sino que tanto el público como los mismos artistas, profesionales y aficionados, pueden dar a conocer de manera mas fácil y abierta su trabajo, lo que genera que se produzcan movimientos, intercambios y colaboraciones”. El concepto de autor se ve representado en esta casa por el trabajo de Fernando Milagros, de profesión actor, que se inspira en el country-folk, la intimidad de un Devendra y el eco arrastrado de un Yann Tiersen, sin renunciar a su identidad: ‘Vacaciones en el patio de mi casa’ (Neurotyka) es su debut. Este sello, por su lado, presta atención a otros estilos, como el hip hop de Colectivo Etéreo (maravillosa su ‘Balas y Falos’), integrado por Prospegto Arkano, Menda, Dj Vaskular, Tonossepia y una de las almas más inquietas de Santiago: Dadalú. Rapera porque, dice, en un rap se pueden decir muchas más cosas que en una canción, habla sin tapujos de la creación, de ser mujer y músico en Chile hoy, y su desparpajo da mucha envidia.

Despegando del underground, hay más mujeres de carreras prometedoras. Javiera Mena ya editó su ‘Esquemas Juveniles’ (Índice Virgen) en Argentina y México: coquetea con el tecno-pop, cuenta historias de corazón roto con dulzura y, entre lo frívolo y lo sentimental, está creando una imaginería poderosa. Imprescindible su dúo con Gepe en ‘Sol de invierno’. Francisca Valenzuela, jovencísima debutante con ‘Muérdete la lengua’ (Feria La Oreja, 2007), ha llamado la atención por la frescura de su pop de autor, aunque parece que quiere jugar en otras ligas. El tiempo dictará sentencia.

El Sueño de la Casa Propia encierra un proyecto personal (José Manuel Cerda), desde Valparaíso, con personalidad electrónica y sentimiento lírico. Y mucho más: el pop marciano de Teleradio Donoso (‘Gran Santiago’). Perrosky (‘El ritmo y la calle’), músicos con años de experiencia que hacen un blues-rock con resonancias de The Gun Club o Violent Femmes. Matorral, Guiso, los hermanos Mostro, Familea Miranda o los restos del mejor grupo de fusión, Fulano, reconvertidos en La Media Banda. Pero aquí, ya, estamos “pateando piedras".

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De regalo, una lista de música (Spotify) en la que he metido todo lo que he podido encontrar de los grupos recientes chilenos, para quien tenga curiosidad.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Cuerpo, habitación, red


1

Debo decirles que tengo un cuerpo, deseos, dudas y preguntas. Debo advertirles que escribo sobre el presente a través del cuerpo y "no desde una huida del cuerpo". Y que desde esta posición de materialismo encarnado doy cuenta de mi propia localización desde una dimensión cultural y geopolítica que oscila entre el mundo urbano y el rural, entre distintas localizaciones del sur de una Europa decadente, y desde una dimensión temporal que se balancea entre la construcción de un nuevo siglo y la clausura de otro que no termina de irse del todo, una posición no estática, que cambia conforme escribo.

2
La intimidad siempre nos habla de una zona reservada, de un escenario que importa, donde buscamos una protección, una clausura, la posibilidad de acoger descubrimiento, posibles huellas de experiencia, acumulación, ensoñamiento y revisión; en el cuarto propio conectado: privacidad sin recluirnos del todo. Porque la habitación conectada abriga, y nos valemos de esta sensación para sentir que aquí sí, que aquí estamos solos sintiendo que no lo estamos del todo; que podemos "concentrarnos" por fin, y descansar de la dispersión del afuera, pero también acceder de manera ordenada al mundo y a los otros.

Y tirar del hilo que desenrolle la madeja de la ilusión.

Me hubiese gustado firmar los párrafos superiores, pero los extraigo de una lectura en proceso: Un cuarto propio conectado, Remedios Zafra (Fórcola, 2010). Póngase en relación, si se tiene ganas, con el post anterior y los de la serie Just-a-working-girl (lista de tags).