No, no es tiempo de flaquezas, no está el horno para meterle bollos calientes y, si le toca hacer la caja, va a ir a hacer la caja. En la caja no hay magia ni portales estroboscópicos ni aventuras de los sentidos. Marcar, marcar, marcar, pasar y marcar, y luego cobrar, sonrisa, buenos días, buenas tardes, qué sé yo. El mecanicismo saldrá al paso. Sobre la manzanilla, ahora, se eleva una sutil figurita de nácar y vellosidad de melocotón con el rostro de la doctora Ríos teñido del celeste de las cortinas, que él trata de atrapar, de sorber en el vacío, y el esfuerzo le hace subir de nuevo el vómito y tiene que correr hasta el baño. No tiene más remedio que caer, que sacudirse la intensa alucinación, despilfarrando bilis. Esa otra, esa estúpida ordinaria que no quiso cambiarle el turno, tendrá su merecido.
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Trance, ahora, se llama Natalia Niega. Este personaje, o este monstruo, es Horacio Hiniesta.
Nos mudamos
Hace 11 años
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