Hace una semana estuve entrevistando a
Jorge Carrión (de cuyo libro
Los muertos hablaré más, en otros sitios y otro momento). Ese día, y el anterior, tras la presentación, se me quejó de que algunos reseñistas andaban haciendo
spoilers de cosas fundamentales de su trama. Yo, aquí, y donde me toque contar sobre esta novela corta, intensa y cargada de dinamita teórica, trataré de respetar su deseo. Hoy venía a contar otra cosa.
Poner por escrito algo a lo que le vengo dando vueltas semanas, quizá años. El concepto no es nuevo, pero entiendo que su proliferación se debe a los éxitos recientes de grandísimas series, cada cual con su favorita. Y, hasta este momento de superproducción de argumento, no me había dado cuenta del bicho raro que soy.
Un
spoiler tiene siempre al otro lado su
partenaire: "¡No me cuentes lo que pasa!" "¡No quiero saber nada, nada, nada, lalalala!". Aunque me parece una feísima palabra -pronunciada en cualquier acento-, aquí me declaro fan del
spoiler. Estoy totalmente en desacuerdo con que el festín de las buenas series, de las buenas obras en general, esté basado en su argumento. No me gustan las sorpresas de último minuto, los golpes de efecto, los ases bajo la manga. Todo eso que los guionistas cuidan con sumo mimo: y hacen bien, es su trabajo. Pero su eficiencia es completamente caduca: tan poco reusables como un condón.
Por eso: cuéntamelo todo.
Recuerdo cuando era niña: a veces algún compañero de clase había ido al cine. Le pedía que me contara la película. "¿Y el final?" "Sí, sí, cuéntame todo". Cuando me cuentan todo, ya puedo olvidarlo. Quiero decir que nunca sentí que se me estropeara una buena sorpresa. La experiencia de leer página a página, o disfrutar secuencia a secuencia, no puede ser narrada. No puede estar basada en el referente detrás, "el asesino es la señorita Pepis", o "el protagonista se suicida". Me gusta saberlo para poder centrar mi atención en todo el resto.
Una vez que el argumento es mío, puedo hacer de la película otra cosa. Conociéndolo, podré ciertamente desprenderme de él. Abstraerme, y pasar "al siguiente nivel".
Y cuando, por fin, estoy en el lugar del espectador, a lo mejor lo recuerdo, a lo mejor no. Es más: creo que es lícito exigir de un buen guión que se sostenga a pesar de todos los
spoilers. Que, sabiéndolo todo, quede lugar para el más intenso disfrute.
Supongo que los años me han hecho relativista. O lo he sido siempre. Donde quiero poner mi dedo índice es en el hecho de que los sucesos de una novela o una película son una parte de la obra de ficción. Cuando ellos suceden, no suceden sin el resto de ornamentos. No tienen ningún sentido sin la secuenciación, el léxico elegido, la voz narrativa, el montaje o la interpretación, o... ¡el diseño de producción! ¿Qué me importa que me expliquen que el replicante
Nexus 6,
Roy, muere en el penúltimo minuto, en la escena más impresionante de la película, si nadie podría transmitirme la sobrecogedora ambientación que rodea ese acontecimiento? ¿Cómo podrían describirme la poesía de una creación así? ¿Hay spoilers en la poesía? ¿Si me contáis Caperucita Roja, os pediré que no me expliquéis el final? ¿No son los grandes relatos independientes de la puesta en serie? Y, también, el
spoiler como perversión estética: ¿qué mejor espectáculo que el de una persona a la que quiero/admiro tratando de transmitir fielmente el argumento de un cuento que leyó, y creando en ese acto su propio discurso narrativo?
Acabo de empezar con la sexta temporada de
Lost. Ésa es otra de mis manías. Salirme de la corriente. Millones de personas esperaban su estreno hace algunas semanas, y la vieron y la comentaron simultáneamente. Ahora ya tengo
spoilers si quiero. Pero el ritmo de mi disfrute es mío y no lo impone ninguna emisión.
Cuando yo tenía diez años, nació mi hermano
Joaquín. Pasó diez o quince días en la incubadora donde, que yo recuerde, sólo nos dejaron ir a verlo una vez. Moría de ganas de tenerlo en casa. Por fin vino, una tarde de abril, y había al menos una docena de mujeres en la casa, lanzando exclamaciones y escandalizados
spoilers sobre mi hermanito. Soy perfectamente consciente de que les dije que no quería ir a verlo en ese minuto, y de que hice enfadar a mi abuela. Aguardaría. El momento. El silencio. A descubrir yo sola el argumento.
"La vida es el mejor spoiler", me dijo
Jorge Carrión el otro día cuando sin caña ni café le explicaba que sí, que quiero que me cuenten todo (quien también me puso a prueba y me contó que cierto personaje de Lost muere: cuando lo he visto, ¡me sobresalté igualmente!). Me hizo pensar más y más alto en esto. Saberlo me hace más libre.