domingo, 14 de noviembre de 2010

Dispersión

Hay una droga (en un libro que leo) que se llama Sopa-S: destruye las mentes pero, antes, deja a sus consumidores vivir la felicidad de estar centrados, profunda y completamente, en una única idea/factor/elemento/sensación.

"La sociedad de la dispersión" podría llamarse el próximo poema de Eloy Fernández Porta (pero él está mucho más allá, para qué negarlo). Dispersarse, multiplicarse, reventar el cerebro y el procesador del ordenador con un millón de tareas simultáneas, es una enfermedad de este tiempo.

Me siento a escribir lo que tengo que escribir. Pero abro, además, otros cuatro documentos donde tengo que dejar anotadas ideas; la noche se presenta productiva y he de producir antes de asesinarla. Mientras, sueño con gente a la que nunca conoceré, con gente a la que que he conocido íntimamente y no quieren saben nada más de mí, con gente que no me importa un carajo y no me interesa conocer. Mientras, recuerdo viejas noticias absolutamente insustanciales sobre unos dispersos que creían que querer era algo divertido y lo llamaron poliamor.

La enfermedad de nuestro tiempo: no es falta de concentración, es falta de compromiso.

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