Nadie se atreve a clasificar a César Aira. Ni él mismo lo hace. Su ingente producción–novela, cuento, ensayo- abarca toda tipo de textos. Hace gala de una fantasía desbordada pero mantiene, escrupulosamente, la verosimilitud; crea sorpresa en cada página, pero se guarda mucho de dejar cabos sueltos. Las aventuras de Barbaverde, su última publicación, es una montaña rusa de fantasía y coherencia.
El bien, el mal, la humanidad indefensa y una ciudad –Rosario, Argentina- como decorado. “Hacía años que quería hacer una serie de novelas con un mismo grupo de personajes, el marco tradicional de las viejas series de Batman o Superman: el supervillano, el superhéroe, el joven periodista, una chica bonita…” El proyecto era seguir produciendo estas novelas hasta su muerte, pero se cansó en la cuarta. Así quedó Las aventuras de Barbaverde. Dentro de esas cuatro novelas, no esperes que Aira se repita. Escribe y publica desde hace treinta años, pero “para que siga valiendo la pena hacerlo, implica plantearse desafíos mayores, subir la apuesta cada vez”.
Pero nada es lo que parece. Dentro de “El gran salmón”, “El secreto del Presente”, “Los juguetes” y “En el gran hotel” hay temas y sentidos que trascienden la novela de aventuras. Mediante los malvados planes del Profesor Frasca, se habla de la distribución de la riqueza, la avaricia del género humano, el devenir de la historia o la abstracción de las finanzas (en el episodio del “remate” que, dice, “me hizo un lío enorme en la cabeza”). Es que, lo que le sale “viene ya condimentado con mis lecturas de Lacan o de Leibniz, la cultura contemporánea, la filosofía o el psicoanálisis…” Los libros cuentan, además, con una suculenta pareja de protagonistas: Aldo Sabor –periodista inexperto que se “pega” al héroe- y Karina –artista plástica-, amén de una serie de secundarios de trazo grueso con los que se divierte hablándonos del papel irrisorio de las universidades, las intenciones torcidas del arte contemporáneo, la sociedad flanqueada por los medios de comunicación o la generación perdida de la Argentina de hoy.
Aira se aleja conscientemente del discurso surrealista; en el interior de sus aparentes locuras, mantiene un escrupuloso apego a la coherencia: “Me ha quedado de mi vocación original, que era la novela convencional. Me quedó ese gusto por una novela estructurada, como las de Balzac o todo el siglo XIX. Trato de mantener un verosímil, una trama; cuando interviene un elemento muy extraño, al día siguiente me preocupo de buscarle una concatenación. No me gusta dejar cosas sueltas”.
Y, al mismo tiempo, “mis novelas se hacen sinuosas, porque cada día en efecto se me ocurre una cosa distinta, y la novela tuerce el rumbo. Se hacen imprevisibles. Pero lo son para mí al escribir, porque no sé qué va a pasar, y lo son para el lector”. Las aventuras de Barbaverde desconcierta, apabulla, emociona y atrapa. Como parte del juego, el héroe no tiene, como se acostumbra, una “identidad secreta”, sino que todo él es secreto: “Cuando empecé la primera, la del salmón, se me ocurrió hacer esa escena en los pasillos del hotel, con la figura de Barbaverde que siempre esquivaba; me gustó cómo quedó y salieron cuatro novelas con un protagonista que no aparece nunca”.
Se lo ha pasado como un niño escribiendo: “Fue una empresa larga. Pero no cierro la posibilidad de, dentro de algunos años, escribir Las nuevas aventuras de Barbaverde”.
//Publicado en Go Magazine Junio 2008//
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