- Ya, niños, a la caja.
El niño, con obcecación, se interpone entre su madre y el carro y deposita productos en la cinta.
- Ven aquí, Cristina. Deja eso.
- Buenas tardes, señora. ¡Vaya calor tenemos!
- ¡Tero chotolate, mami!
- ¡Cuidado con eso que son los huevos, hijo!
- Esta niña lo que quiere es un bombón.
- Mami, señó me ha dado tadamelo.
- ¡Qué rica, cómo habla!
- Álvaro, empújame esas cosas, anda.
- ¡Está bueno el bombón, ¿eh?!
- ¡Qué hartura de compra todas las semanas!
- Mami, tero upa.
- ¡Ay, qué salada!
- ¿Me ha pasado el tres por dos de los yogures?
- ¿Qué tiempo tiene la cría? Va a ser poco mayor que mi sobrina…
- Álvaro, ¡ten cuidado con los putos huevos! Cristina, bájate ese vestido, por Dios.
- Son ciento diecisiete con cincuenta. ¿Tarjeta de puntos? Ahí tiene, muchas gracias. Que tenga buen día.
El niño tira de la mano de la niña, que tira del vestido de la mujer. Se alejan hacia el pasillo, rumbo a un depósito de cadáveres de acero. El cajero se quita a tirones el chalequillo de cuadros escoceses.
- ¡Nieves! Hazme el favor, cierro la caja que voy al aseo. Un momento.
Nos mudamos
Hace 11 años