jueves, 17 de marzo de 2011

Retirar la grasa

Reinventarme es una de mis especialidades. He pasado por casi todo lo que se pueda imaginar. Épocas de desagravio laboral, intentando ganarme el pan dando clases particulares a chicos. Épocas (de desagravio laboral), convirtiéndome en ejecutiva de ventas de una empresa de servicios informáticos. Épocas (ídem de ídem) atendiendo la recepción de una oficina en la organización de un festival. Y más épocas, esto cansa. Cumplí 37 años hace nueve días. Toca reinventarse una vez más.

Nada es como nos lo prometieron. Nada es como pensaban nuestros padres que sería. Si para ellos no fue fácil, mi generación (¿o es cosa mía?) se ha perdido la bisagra de los buenos tiempos, nos han tocado los siguientes. No me voy a quejar hoy, he dado muchos bandazos, de todos he salido magullada, pero todavía estoy en pie. Mejor que en pie.

Siempre digo que no soy parada. Que mi andadura profesional desde que volví de Chile ha sido un sinvivir en pos de un futuro más o menos cierto, que me permita mantenerme medianamente tranquila junto a mis hijas. No tengo más que siete euros en la cuenta de ahorro. Ni casa, ni coche, ni trabajo fijo, pero a nadie le sirve un trabajo fijo del que puedes ser despedido hoy y hoy y hoy. Tengo, eso sí, aproximadamente cuarenta y cinco años por delante en los que no puedo parar de cotizar ni un solo mes.

Sólo tengo vaivenes. Habrá que aprender a vivir de los vaivenes, pues.

Ingreso en una nueva actividad. Necesito una red real. Y un buen día, hace nada, descubrí dentro mío la Red de tejer cuentos, que pongo en marcha el próximo domingo. Voy en busca de realidad, como voy en busca de ella escribiendo a diario, ejecutando planes, inventándome un ¿futuro?, realizando un programa de radio.

Acabo de terminar un libro (que reseño hoy) que habla del fin de la posibilidad de narrar, del fin de autor y del lector, de la muerte de la novela. Y me propongo, en cambio, enseñar a los niños a creer en su imaginario y empoderarse de su imaginación.

No dejo (como todos los que estén más o menos aquí) de sentirme bombardeada por noticias del fin, por el aviso del cataclismo (económico, simbólico, nuclear). Déjenme de hecatombes. Llévense esos apocalipsis. Déjenme seguir luchando, por inercia, por melancolía, permítanme unas cuantas décadas para dilucidar qué está bien entre todo lo que está mal.

Necesito retirar la grasa de toda la carne masticada, de toda la mentira consumida, de todas las narrativas melifluas, y volver a creer en otros universos dispuestos a acogernos. Más pronto que tarde.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Vamos, Carolina, vamos!!! Estamos todos igual, no estás sola, aunque pueda parecértelo. Yo te leo y os escucho siempre. Adelante, adelante...


Un abrazo.
Una que te lee...(cumplo 35 la semana que viene)

blumm dijo...

Todos igual, sí.
Ánimo, y ¡felicidades!

Anónimo dijo...

La vida es cambio, ya sabes. Mereces el mayor de mis respetos porque no paras de adaptarte. Qué hacer si no.

Anónimos besos.

Carolink dijo...

Rrey, no sé qué es MILF, me sales con cada cosa... :P
Anónimo, muchas gracias por los ánimos, la edad es una circunstancia a la que hay q acostumbrarse, cada día, pero siempre trato de ponerme de ejemplo a Jodorwosky (decía que él había empezado una nueva vida a los 70)...
Blumm, gracias de nuevo, tengo que contar algo de todo esto en cuanto tenga un ratín .
Y para mi segundo Anónimo: que la vida es cambio es lo que mejor sabe una melancólica y melancológica (que no es lo mismo y que no ha de confundirse jamás con la tristeza). Gracias again.

Ibán dijo...

Yo ahora estoy en una de esas, épocas de desagravio laboral

Carolink dijo...

Sin caer en la retórica capitalista del "emprendedurismo", creo sinceramente que son las mejores épocas... Suerte!