martes, 19 de abril de 2011

Cul-de-sac

Hace pocos días, en una de esas escasísimas ocasiones en que converso con gente fuera de esta pantalla, dije: "Ya nunca más, cuando alguien me pregunte si escribo, diré que sí. Si alguien quiere saber en qué proyecto ando metida, diré que en ninguno". Nunca más crearé expectativas falsas. Sobre todo a mí misma.

Me siento como un arriero haciendo avanzar medio paso por hora a cada res de ganado, en lo que se refiere a mis proyectos. Dispersada en mil espacios. Qué es esto que llevo adelante, sino la narrativa sin narrativa. Confirmo que prácticamente no hago otra cosa que escribir y que no puedo enseñar nada a nadie, porque todo está a la vista. Confirmo que deseo/necesito escribir. Pero ni deseo ni necesidad. Básicamente, no sé hacer otra cosa.

Empecé a llevar un diario a los seis años: van treinta y uno. En treinta y un años no he conseguido acabar una sola pieza mostrable, ni uno solo de mis proyectos de ficción ha llegado a concluirse.

Cada día me planteo (coartada o necesidad) la importancia, la pertinencia de parir más ficciones al mundo, de colocar toppings sobre la gran ensaladera de la ficción contemporánea. Alabo y admiro a las personas capaces de creer en un proyecto, en uno solo, por el tiempo suficiente para llegar a terminarlo. Gasto mis días, entre otras cosas, en leer y reseñar lo que otros sí han escrito. Invierto tiempo y esfuerzos en hacer visibles sus proyectos. Los míos duran alrededor de quince días con cierta incandescencia. Después, nada.

Ellos montan las ficciones, yo las desmonto. Mi devenir actual corre en forma de crítica y pensamiento y los temas vienen marcados por sus ficciones, ellas sí, concluídas, mejor o peor, editadas. Continúo con los diarios. Sólo los he dejado en dos ocasiones. Cuando me enamoré mucho y me olvidé de ciertas esencias. Cuando me desenamoré y pasé algún tiempo sin poder hablarme a mí misma.

Y la paradoja se hace evidente. Qué hace una persona que no es capaz de completar un solo cuento desde hace varios años creyéndose en el derecho de criticar lo que escriben los demás. Qué hacen ellos con sus ficciones invadiendo mi imaginario y consumiendo mi tiempo. Qué culpa tienen. Lo que yo sé es que estoy en un cul-de-sac.

También sé, y aunque la tipografía sea la misma lo digo con letra pequeña, que mis treinta cuadernos son el material que necesita mi futura remezcla.

2 comentarios:

Kamen Nedev dijo...

Uh-oh.

Esta entrada suena a clásico momento "resaca de todo". Creo que todo el mundo tiene un momento así al mes, mínimo. (Yo suelo tener uno semanal, pero lo mío es otra cosa).

La esquizofrenia (flexibilidad, la llaman) en la que nos sumerge el mercado laboral también se traslada al ámbito de proyectos y a nuestras prácticas creativas. De ahí que, yo al menos, suelo verme desgarrado entre proyectos colectivos, iniciativas de colaboración, y luego está eso otro, que llamo "lo mío". Uno oscila entre un extremo y otro, y, cada cierto tiempo, uno se ve absorbido por varias decenas de proyectos colectivos, propios o ajenos, y uno simplemente peta, se desploma en la silla agotado, y se dice a si mismo "¿Y qué pasa con lo mío?", pero ya no le quedan fuerzas para nada. La verdad es que no son estados opuestos - uno necesita colaborar y "hacer con otros" tanto como hacer para uno mismo. Un extremo alimental al otro. Pero es fácil verlos como opuestos, y es demasiado fácil perder el equilibrio entre estos modos de hacer y de ser. Vamos, no tengo ninguna solución mágica, me declaro víctima.

Lo del acto de escribir y la crítica es harina de otro costal.

1) ¿Quién dijo que el acto de escribir a diario tuviera que dar como resultado, erm, "productos editoriales"? La escritura ¿necesita un cierre final, algo que la convierta en "pieza" (relato, novela, poema épico, lo que gusten)? Lo digo porque últimamente me inclino por lecturas que se resisten al cierre (Walser, etc.), y creo que, fuera del contexto de contratos y demás, la obra literaria como un ente cerrado y bien delimitado es un espejismo. En la industria, el chiste es que una novela no se termina, se abandona. ¿Escribir? Escribir es otra cosa.

2) La crítica ¿es analizar y despedazar los escritos de otros? ¿O es manifestar nuestro propio acto de lectura? ¿Con sus acuerdos, desacuerdos, momentos de disgusto o de entusiasmo, con sus ideas asociadas y pensamientos paralelos? Si estuvieras en un gran grupo editorial decidiendo qué manuscritos pasan a producción y a quién hay que sugerirle que no deje el curro, entendería que te sintieras responsable. Pero el acto de lectura crítica es algo a lo que tenemos derecho todos, y es algo muy necesario.

3) Sigo sin entender qué tienen de malo esos diarios de los que hablas.

K.

Carolink dijo...

"¿Escribir? Escribir es otra cosa." Aunque no he sabido ponerlo de manera clara, precisamente trataba de decirme a mí misma: vosotros me pedís "productos" y yo tengo escritura sin producto. Los cuadernos, las críticas literarias, los reportajes, los bocetos, son todos piezas de algo que, obviamente, no se puede empaquetar de modo mercantil, pero son mi "producto", son mi escritura a tiempo completo. Creo. Beso.