Leo y escucho en textos de signo feminista la alocución "reapropiación de los cuerpos" y pienso en ella a menudo. Estuve hace unos días en la exposición Heroínas (sólo vi la mitad que está en el Thyssen) y los temas que me vienen dando vueltas parecieron confluir a través de la narración propuesta.
Como dice su presentación, revisa representaciones de la mujer "fuerte" y "poderosa", alejada de estereotipos (aunque me tuve que encontrar, en la tienda de souvenirs, inexplicablemente esto:)
Mientras recorría esas salas, me di de frente con la evidencia de que me molestaban aquellas representaciones (también en el cuarto "Amazonas" o "Atletas") que giraban en torno a la belleza. El resumen de mis sentimientos estaba inscrito en la mirada y la actitud de las bellas "segadoras" de Jules Breton. Se me aparecía evidente que esas mujeres (las tres, al menos, escogidas en la exposición) llevaban encima sus atributos físicos a pesar de ellas mismas, como una carga.
Y supongo que lo que me hacía algo irrespirable el conjunto, a pesar de sus buenas intenciones, es el hecho de que buen número de esas representaciones no están hechas por las propias mujeres. Son honestos intentos, desde luego, de descolgar a la mujer de los epítetos más obvios, aunque si miramos un poco más de cerca, con lupa, algunas de las representaciones más transgresoras están basadas en la mitología griega (esto habría que pensarlo más despacio, pero los veinte siglos de cristianismo no han sido más que un entorpecimiento, en muchas cosas).
Belleza y defecto: ni son absolutos ni están dentro de los cuerpos; los presta la mirada del otro. Y tanto mirada como narrativa han venido hechas por los hombres a través de los últimos siglos. La mirada propia versus la mirada extraña, la que nos desarrolla versus la que nos codifica, eso está en la exposición aunque hayan pretendido ignorarlo. Y los estereotipos de belleza no serían lo que son si no viniesen dados por una narrativa escrita por hombres desde que el tiempo es tiempo.
Vengámonos a las representaciones más contemporáneas, hechas por las propias mujeres. Vi obras que repensaban los esquemas dados: se tomaban el esfuerzo de recodificar las conceptos, a través de mitologías y símbolos de la cultura. ¿Cuál es el problema? La artista contemporánea pierde el tiempo tratando de desmontar siglos de códigos hechos (como, pude comprobar hace poco y dejaré caer por aquí en cuanto tenga un minuto: las críticas literarias perdiendo nuestro tiempo en señalar los vicios de la crítica literaria heteropatriarcal y masculino-capitalista, es un gran lastre). Mientras el divorcio del público con el arte contemporáneo es ya un tópico kitsch, la mercantilización del cuerpo avanza, y el concepto de belleza se desarrolla a modo de imposición seductiva en los discursos comerciales y publicitarios.
Y todas, todas, todas nos los comemos con patatas.
Tómense un respiro en esta larga entrada (que ya es demasiado larga) para ver este documental cortito:
Si habéis dejado de vomitar ya, os recomiendo otra pieza, que creo que presta la dimensión adecuada a lo que acabáis de ver: esta otra película se llama Videocracy y está producida por la factoría sueca ATMO. Sin estar contada desde el feminismo en forma directa, su relato es todavía más desangrante, en lo que toca a la política de los cuerpos. Podemos -no debemos- quedarnos con la obviedad de que el relato concierne a Italia. No se puede separar, en este mundo globalizado, el alcance de esta mercantilización, y de hecho el invento de la televisione di Presidente no sería lo que es sin la industria de los cuerpos asociada al marketing y la publicidad. Y eso no se ha inventado en Italia.
A donde yo quería llevar este texto es a la necesidad, que asalta a Lorella Zanardo, la narradora de Il corpo delle donne, de retomar lo nuestro. Reapropiación de los cuerpos debería querer decir la obligación de reescribir, entre otros, el concepto de belleza, impuesto desde fuera sobre nuestra fisicidad. Empoderarse, a expensas de cualquier cosa, incluso del dinero y del trabajo, de nuestras narrativas.
Y en este punto, aún, no tengo más que preguntas, puesto que esa reapropiación tiende a materializarse en una vuelta de tuerca que lleva exactamente al mismo sitio. No dejo de verlo y todavía me queda mucho por dilucidar, pero podría resumirse en: "No es él el que me dice que me desnude, me desnudo yo". Y así millones de muchachitas en el mundo entero, sin necesidad de ser abducidas por las mafias ladronas de cuerpos y explotadoras de mujeres, se someten sin aprensión a, exactamente, las mismas lógicas capitalistas. Aquí no cierro nada, pero esa vía de empoderamiento no surte, a priori, más efecto que el de hacer pipí en un río.
Nos mudamos
Hace 11 años
2 comentarios:
El documental, la verdad, es lo más.
y también has visto Videocracy?? Muy muy recomendable. Algo más arty pero escalofriante.
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