“La dulce envenenadora”
Arto Paasilinna
Anagrama
Abrimos un libro de Paasilinna para escapar de lo corriente. Encontramos sentido –y sentido del humor- a realidades del todo engorrosas. Disfrutamos con la acumulación descontrolada –aunque siempre bajo un riguroso control- de circunstancias y acontecimientos, de peripecias que, amalgamadas, hacen entreabrir los labios en sonrisa boba. Le pedimos que nos enseñe el lado liviano, colorido y caleidoscópico de la existencia, a veces tan mortalmente aburrida. Un poco de todo eso hace en “La dulce envenenadora”: pertrechado de su habitual ironía, se pone al lado de una anciana a la que, al final de sus días, le toca defenderse con uñas y dientes de la juventud, tres buenos-para-nada que abusan de su buena pasta. Al contrario que en “Delicioso suicidio en grupo”, sus protagonistas no pretender quitarse de enmedio, sino que se aferran absurdamente a estilos de vida de lo más inadecuado. Y ahí está la buena viejecita, que tampoco tiene el alma inmaculada, experimentando con la química. Justiciero al estilo Bronson, como le gustaba a mi abuela, cuya más mortífera arma es el azar. Tanto más es perseguida, tanto mejor le salen las cosas. Y quizás por esa concurrencia del azar, por desgracia, en este libro echamos de menos un pelín más de compromiso del autor y echamos de más la incomprensible –por vieja y obsoleta- utilización de ese azar como brazo ejecutor de lo divino. Los malos, al final, son castigados, y qué. Claro que ésta, reciente en español, es una novela de hace veinte años.
//Publicado en Go Magazine, enero 2009//
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