El que no tiene hijos, difícilmente puede imaginar la humilde belleza dentro del momento en que los llevas a acostar. El que no cuenta cuentos, difícilmente llegará a entender la ligazón que nos une a aquellos que nos piden un cuento antes de dormir. El que no sabe de historias, no podrá estremecerse hasta el asco con la ficción de unos niños que sacaron a pasear a una niña y la hicieron no volver jamás. El que no sabe qué es vivir en plena lucha, tampoco comprenderá mi satisfacción por haber invitado esta noche a mis padres a la ópera.
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