martes, 3 de marzo de 2009

No debería

Qué más me da. Escribir es todo. Poner o no poner, publicar o no publicar. Qué más me da todo, este blog, estas líneas. He concluido La malquerida. Éste sí, éste es el mejor cuento del libro. Y ya son 147 páginas.

Entonces caí en la cuenta de que había pillado a Leona haciendo eso muchas veces: perfectamente ataviada para salir a su trabajo, quizá abrigándose en el vestíbulo, mi mujer se mesaba las manos, se desenredaba las mechas del pelo con los dedos, los hacía crujir tirando de ellos hacia atrás, taconeaba con sus zapatos elegantes, que se cambiaba por otro par más alto o más bajo, se repasaba el pintalabios dos veces más, se limpiaba seguidamente los morros, recortaba un papel de carta oficial sobre el aparador con tesón infantil, amontonaba los pedacitos en un solo grupo pacientemente, rebuscaba en el paragüero hiciera o no mal tiempo, abriendo y comprobando el mecanismo de cada uno de los paraguas, se cambiaba de falda incluso, corría y descorría las cortinas del salón con energía, y decidía entonces quitarse la ropa de paseo y ponerse unas mallas deportivas, vagaba por toda la casa con la cinta de felpa en el pelo, se mesaba las greñas un poco más, se repintaba la línea de los ojos y luego, dos horas después, conmigo desesperado de ardor, de emoción y de desconcierto, vigilando sus movimientos tras los quicios de las puertas, ella salía a la oficina de tasación con las mallas puestas, fumando distraídamente un cigarrillo.

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