domingo, 4 de octubre de 2009

Del Palentino a Pram


Esa mañana entré en un bar. Necesitaba con urgencia un tugurio grasiento, con viejos desdentados y guapos muchachos malasañeros. Un hombre muy mayor se apostó a mi lado para comerse un bifté con patatas de bolsa y veía las noticias en el televisor allá lejos, sin volumen. Empezó a quejarse, y yo era la destinataria por estar a su lado, de que habían ganado "los chinos". Que las olimpiadas ya las teníamos ganadas, y se las llevaban "los chinos".

Yo lo miraba y le sonreía las barbaridades, sin darle conversación. Pero él tenía bastante consigo mismo.

"Los chinos" que todo lo que ganan lo mandan a China. "Los chinos" que no pagan impuestos. "Los chinos" que se llevan las oportunidades de los grandes almacenes para luego venderlas en sus tiendas. "Los chinos" que se están cargando la España que su generación hizo. Ya te digo.

Lo que es la prosperidad acodado en la barra de un bar. Con un bifté pringoso y papas de bolsa. Sin dientes y con vermú de grifo. Ya casi creía yo que realmente "los chinos" habían ganado algo. Su anacronismo y su ceguera eran la misma cosa, y el peligro está en que realmente él no está solo.

Somos los demás los que estamos solos.

El español maravilloso que regenta el bar me propinó salpicones de espuma de cerveza cuando el barril se estaba acabando. La mujer que lo acompaña quizá desde hace treinta años tenía la mañana mala y echaba a cada rato al borracho de ese día.

Ese mismo borracho me ha pedido ayuda. Yo le he preguntado "¿cómo?". Y él me ha dicho "No vale" y se ha dado la vuelta. Ahí empezó a ser despedido del bar hasta siete veces, con la mujer cada vez más enfadada. Pero el hombre, en cambio, se ha acordado de un chiste y me lo ha regalado. "Es como el del borracho aquel, que tenía que salir por una puerta giratoria y nunca salía; y después de entrar un montón de veces y de que le echaran otras tantas, dice ¡coño, ¿es que todos los bares son suyos?".

Todos los bares son el mismo. Eso sí.

En la noche, necesitaba glamour y misterio. Necesitaba otra cosa que no está en ningún bar del mundo. Baile, palabras y manos, sensualidad, sentirme abrazada por cosas bellas y los murmullos más cálidos del alma. El sitio y el momento eran propicios porque tenía una providencial entrada para el Experimentaclub de esa noche.

Había máscaras e identidades confusas. Y sentí desde el primer minuto que todo era mejor así. Que ninguna definición podría hacerme bien ni sanarme por dentro. Yo me arrojé en brazos de la confusión para hacer mía la noche, y tratar de sentir de la forma más intensa posible aquello que, sin máscara, nunca puedo. Normalmente soy esa sonrisa sin significado que le ponía al viejo del bar mientras parloteaba.

Por eso, feliz en mi máscara, me dejé llevar por las imágenes alteradas y los sonidos profundos, sabiendo que se me acabaría la lluvia de cariño en cuanto diese mi verdadera cara, y poniendo muy lejos de mí ese momento.

Una intensidad incómoda en cada una de las canciones que fue hilvanando Elena Cabrera en su sesión. Festival de las luces negras. Bestialidad que todo lo recorre por debajo. Sensación de no pertenecer a este mundo. Más y más avanzaba la noche, más me convencía: todo lo que ha de existir ha de hacerlo sin bordes, sin limitaciones ni conceptos. Así se vive mucho mejor.

Cuando llegó Pram al escenario, remataron para mí las sensaciones... si no felices, sí de satisfacción. Ellos, los viejos desdentados, no pueden entrar aquí. Sálvese quien pueda, que España es un pozo sin fondo donde acabamos muriendo de hambre interior los que deseamos vivir en este otro país imaginario, el reino de la indefinición y el juego constante, los que no creemos en olimpiadas ni en progreso ni en biftés con papas, porque nuestro mundo está donde haya abrazos y belleza y las categorías no dan de comer. Por eso me refugio, me pierdo, me desubico, a veces me da por llorar en los lugares públicos, pero ayer el lugar público -el patio de la Casa Encendida- era el mismísimo centro del universo de pasión.

Con la máscara -hasta que terminó por romperse el cordoncito- hincándome un poco las gafas sobre el puente de la nariz, sentí, bailé y bebí y la noche me iba comiendo. Es terrible cómo ese arrebato sensual se transforma en compulsión si se pudre dentro. Me cambié las ganas de caricias por muchos sorbos de cerveza. Y fui el borracho que no se marchaba nunca del bar, porque todos los bares son del mismo desatinado dueño.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Ole la prosa buena.

Carolink dijo...

oh :D

Elena Cabrera dijo...

Este post me ha gustado muchisimo (no por salir yo ¿eh?) sobre todo la parte del Palentino y como todo es el mismo bar, el mismo dueño, la misma mascarada... tu post bailaba y giraba también como extensión del baile de máscaras del sábado

Miguel Ángel Maya dijo...

...Curiosamente, la mujer del Palentino siempre parece tener un mal día, sin embargo a mí esa antipatía sobre todo hacia los tipos que "ve venir" me recuerda, un poco, de lejos, a la antipatía de la Abuela Ana María en La Venta, ¿no te parece?. Esos borrachines compinchados que le decían: "Ana María, está usted muy guapa", y ese desprecio suprlativo hacia ellos, esas miradas de quen se ve venir una nueva ronda fiada...
...Se nota que algo se mueve por aquí, y eso está muy bien...
...Besos...

grifo dijo...

buscando la estrella. para añadir a favoritos.


El Palentino no sé si es un buen sitio para ir, pero siempre pasa algo. Ahora recuerdo un día de verano, entre semana, sobre las 4 de la tarde, con el bar a medio gas, los 4 jóvenes modernos y los 4 viejos antiguos de siempre tomando el café. Y de repente, irrumpió en el bar un extranjero de esos de acento inglés, y se puso a hacer malabares con unos cuchillos enormes. Un espectáculo de circo profesional hecho con una sonrisa de oreja a oreja. Al acabar el espectáculo y estar todo sanos y salvos aplaudimos a rabiar,Casto, el camarero con aspecto de actor antiguo, le sirvió una cerveza y todo en el bar siguió como antes, pesado como el verano.

Carolink dijo...

Extraño impass. leeis y os gusta. estoy acostumbrada a la indiferencia. feliz por eso. cuando uno no espera nada, lo que viene es cien veces más emocionante.

Carolink dijo...

Por cierto, primo. Sí, no sé cómo, pero me acuerdo bien de ese gesto de desprecio en la cara de la Abuela. Con mayúsculas. La adulación como forma del fracaso. Y me trae a la memoria el desprecio infinito que sentía otra que vivió entre borrachines, y cantó hondo para ellos, la Violeta Parra.

Miguel Ángel Maya dijo...

...Violeta Parra son palabras mayores...
...Justo ahora que se ha ido la innombrable Mercedes Sosa (no la soportaba, lo siento) cobra mucho más sentido la figura de la señora Parra...
..."Volver a los diecisiete después de vivir un siglo es como descifrar signos sin ser sabio competente. Volver a ser de repente tan frágil como un segundo"...
...Dios, ¿se puede escribir mejor, maldita sea?...
...Beso...

Miguel Ángel Maya dijo...

...Violeta Parra son palabras mayores...
...Justo ahora que se ha ido la innombrable Mercedes Sosa (no la soportaba, lo siento) cobra mucho más sentido la figura de la señora Parra...
..."Volver a los diecisiete después de vivir un siglo es como descifrar signos sin ser sabio competente. Volver a ser de repente tan frágil como un segundo"...
...Dios, ¿se puede escribir mejor, maldita sea?...
...Beso...

Miguel Ángel Maya dijo...

(por cierto, no he sido yo el que ha colgado dos veces el momentario...)