domingo, 15 de noviembre de 2009

Enseñanzas de Fadanelli


Estaba muy cansada. Eran las diez de la noche del sábado y llevaba un día y medio metida en el Círculo de Bellas Artes, experimentando por dentro el lúbrico festival de la literatura puesto en marcha por La Fábrica y la Revista Eñe.

Salí a buscar un cajero y un poco de aire y un billete y un bar. Encontré a Claudia. "Vengo a la conferencia de Fadanelli", me dice. A pesar de haber leído el programa siete u ocho veces, no me había fijado en su nombre.

Y no sabía quién era. Los que sí lo sabían eran legión. La última conferencia del festival fue quizá una de las más concurridas. Y allí apareció una especie de hombre-montaña con gorra en la cabeza, que no dejaba ver más que una pequeña parte de su mandíbula y boca. Con lo que tenía de sobra.

No me voy a detener en lo que dijo (aquí hay algunas de sus perlas), pero lo que fue pronunciando por aquella boca -y el resto de sus canales de comunicación, porque expresaba con su actitud de montaña, a través de su gin-tonic en copa balón, se posicionaba frente al mundo que se le sube a la chepa con su tono chulesco, harto de todo, batallado en todos los frentes, aguardentoso, medio asqueado...- descargó sobre la concurrencia un río de odio.

Y nos reíamos y todo. Y aplaudimos y todo. Pero yo sentí un río de odio. En todas las direcciones -hacia sí, hacia fuera-. Demasiada potencia, demasiada necesidad expresiva, demasiada negatividad, demasiada impotencia además, y la consecuencia es una frustración gigante y un escritor gigante. Pero no le he leído una sola línea. En la conferencia, el mexicano Fadanelli ni se trató de justificar ni de hacer fans. No había, esta vez no, una voz en el estrado tratando de convencernos de qué interesante es.

Porque se odia y se desprecia. Así sentí esa sesión. Bofetadas de inteligencia. Erudición hastiada de sí misma (porque, se ha de concluir por su charla, ¡lo ha leído todo!). Y, junto a esa cascada malsana, ahí detrás, oculto con la gorra y el gin-tonic y las palabras como cascajos, alguien que ha sabido vivir en medio de sus instintos (destructivos/autodestructivos) torciéndoles la mano.

Qué sé yo si es auténtico o no. Si esto es literatura o no lo es.

Lo que tengo claro hoy es que no se puede luchar contra, sólo se puede luchar dentro.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Carolina, te he encontrado por casualidad, gracias al blog de Eñe. Me gusta mucho tu frase final: "Lo que tengo claro hoy es que no se puede luchar contra, sólo se puede luchar dentro".

Carolink dijo...

Pues yo te acabo de encontrar, gracias a este comentario. ¿Disfrutaste como yo esa charla? Hay que ser masoca :)

Anónimo dijo...

Estaba "Out of Order", léase, cuidando de mi padre en el hospital. Prácticamente, acabo de aterrizar y retomar mi magazine blogosférico... Ahora estoy enganchada a Eloy Fernández Porta. Leí "Homo Sampler" y estoy con "Afterpop". Así, caminando como los cangrejos. Los días de hospital dan para mucha lectura y en un alarde de ingenuidad me compré "La broma infinita" de Foster Wallace. Imagina...