jueves, 5 de marzo de 2009

Miroslav Tichý


Mis tiempos andan revueltos y, para ser coherente, hoy he asistido la presentación de Libro de huelgas, revueltas y revoluciones, con su compilador Constantino Bértolo allí presente. Hoy se ha hablado de la imposibilidad de la revolución en nuestros tiempos, de la falta de encaje de la literatura combativa, de la tristeza que destila el compilado -editado por 451 Editores- por la desesperanza, que se pinta concluyente, y de nuestro sino contemporáneo de esclavos satisfechos.

Me viene al hilo contar esto porque hace unos días estuve en la exposición de Miroslav Tichý, en una elegante galería ultra moderna de Madrid, y entonces quise saber más de este hombre con pintas de troglodita, tanto para hacer una reseña como para mi acervo personal. Ahí supe de este hombre que estudió en Praga, en la década de los 40, arte, que era feliz dibujando modelos desnudas pero que, a raíz de la invasión comunista en 1948, se negó a seguir las directrices estéticas del poder. Supe de su reclusión en Kyjov, su pueblo natal, y de décadas en las que trató de pintar de memoria, sobre todo a las mujeres que llevaba observando toda su vida. También supe que, por cuenta de las nacionalizaciones, le quitaron su estudio -por el que peleó duramente- y dejó de pintar: las calles de Kyjov se convirtieron en su estudio.

Roman Buxbaum fue un niño que creció junto a él y aprendió de él y lo admira; lo cuenta con emotiva pluma en un texto que forma parte de su documental, Tarzan Retired. Ahí se explica cómo comenzó a fabricar sus propias cámaras y a modificar otras, de tal forma que su producción fotográfica, la que se expone estos días, es el resultado de su negación como artista y la contestación cabrona de cómo se hacen las cosas dentro un hombre-monstruo.

Un hombre-monstruo no atiende más que a sí mismo. Tichý me vale de excusa para empezar esta serie que, como otras, no llevará más cronología que la que me pida el cuerpo. Así, he sabido que, como hombre-monstruo, se dedicó a recorrer las calles con la cámara tan oculta como podía, y a disparar hasta 100 veces al día, a todo lo que le pareciera digno de ser fotografiado. Sus víctimas son mujeres, sobre todo. Pero están también las calles, los parques y todo tipo de parias, que se convirtieron en sus hermanos. No solamente hace fotos. Revela e imprime en su extraño hogar, y trabaja sobre cada una de ellas, adornándolas con lápiz, y enmarcándolas de manera artesanal, única para cada fotografía. Las fotografías de Tichý son todas borrosas, imperfectas, un poco hostiles. Ahí está el mundo que él, hombre rechazado por el mundo y sus líderes, hombre al margen, desea consagrar.

El fotógrafo, el artista, en enfrentamiento constante con el régimen de la pulcritud y el progreso, dejó de asearse, fue cultivando una imagen de Tarzan -extremadamente ilustrado, eso sí- y, en vísperas de fiestas y desfiles, las autoridades lo raptaban cada tanto, lo ingresaban en una institución psiquiátrica, y lo soltaban a los pocos días. Él, dice Buxbaum, no se dejó "normalizar".

Hoy, ya no hay comunistas en la República Checa, y él es un cavernario. Un moderno Diógenes, con un poco de Demócrito y un pedazo, muy pequeñín, de Epicuro. En el documental, puede verse su vivienda, un cuchitril atestado de trastos por lavar, lienzos apoyados contra los muros, fotografías por el suelo, ratas, latas de cerveza, vasos de ron. Pero sigue haciendo fotos y, sobre todo, exponiéndolas y vendiéndolas. No es él el que lo hace. Él nos detesta. Alguien decidió que el trabajo -rayado, podrido, manchado, calcinado- de sus fotografías merecía llegar al mercado del arte. Ese alguien -Harald Szeemanns- organizó la primera exposición individual de Tichý, y fue en la Bienal de Arte de Sevilla en 2004. Nunca acude a una inauguración, a pesar de haber mostrado sus imágenes en Nueva York, París, Berlín, Zürich, Dublín... Las galerías y museos del mundo que él desprecia se lo disputan. Las ratas continúan caminando sobre las fotografías en Kyjov.

Todos los regímenes tienen sus vencidos. Pero también sus resistentes que, por lo general, son hombres-monstruo, que desatornillan las circunstancias para seguir haciendo aquello que deben. No hay una sola cita de las que se le escuchan decir en Tarzan Retired que tenga desperdicio: "La diversión es un concepto que desapruebo completamente. ¡Cómo podría un escéptico divertirse con algo! ¡Sentimientos fugaces! No me tomo nada seriamente. Y menos que nada a mí mismo".

//Hoy, la reseña de la exposición es portada en notodo.com. //

3 comentarios:

Kira Oriola dijo...

Este hombre me encanta...
¿donde podría ver o descargar el documental "Tarzan in pension"?
Creo que tb hay otro doc dedicado a él pero no recuerdo como se titula.

gracias

Carolink dijo...

No sé si se podrá encontrar en la mula, yo no lo he buscado. Hay fragmentos y cosas en vídeos (http://video.google.es/videosearch?q=miroslav%20tichy&oe=utf-8&rls=org.mozilla:es-ES:official&client=firefox-a&um=1&ie=UTF-8&sa=N&hl=es&tab=wv#q=miroslav+tichy&oe=utf-8&rls=org.mozilla%3Aes-ES%3Aofficial&client=firefox-a&um=1&ie=UTF-8&sa=N&hl=es&tab=wv&view=2&qvid=miroslav+tichy&vid=-8225047351254381626). El otro doc supongo que es Tarzan retired. Gracias por pasar por aquí.

Kira Oriola dijo...

Muchas gracias.

un saludo