martes, 28 de julio de 2009

Dime que vas a estar bien

Este es un blog de trabajo. Evito cuanto puedo desfogar mis verdaderos malestares. Pero la pena no me deja producir, y lo que produzco es de pena. Escribo microrrelatos de terror y poemas de desahogo, pero así y todo me ahogo. Centrarme en la ficción es lo único que me salva, pero eso sólo a ratos.

Como opción que no me demanda pensamiento -como tener el vaso de ginebra en la mano-, estoy muy cheeverizada, y no sé hacer otra cosa que leerle, se lo debo, me lo debe, escribió profuso y lleno de contradicciones para que yo me lo encontrara en el verano de 2009 en plena crisis y jarta de autocompasión, y me reflejara en sus cuitas, en sus protuberancias, en su medianía de hombre desplazado -yo, mujer desplazada, abandonada, a años luz de encontrar una senda, una liberación lejos de lo hormonal, un verdadero roman à clef que contarme-, y pudiera llamarlo, verdaderamente, colega.

De alguna manera, es la estúpida sensación de que, si algún otro lo pasó peor que tú, nada de esto importa realmente. Un reflejo desde el suelo. Un borrón de tinta sin significado. Por eso me hice con un ejemplar de los Diarios, porque sabía que seguiría encontrando al hermano mío, sin tener que decirle adiós. Así que aquel día, cuasi feliz por tomar mis propias decisiones -y lo que me queda-, lo abro al azar y leo:

"La despreciable mezquindad, la mediocridad de mi trabajo, el desorden de mis días, son los motivos de que me cueste tanto levantarme por la mañana (...) Cuando paso seis o siete horas frente a la máquina de escribir, cuando duermo la mona en un sillón roto, acabo por poner todo en tela de juicio, incluso a mí mismo. Llego a conclusiones insoportablemente morbosas y la mitad del tiempo desearía morir. Tengo que llegar a un equilibrio entre escribir y vivir. No debo seguir siendo autodestructivo. Cuando despierto por la mañana, debo decirme que es necesario pegar más duro, hacer mejor las cosas, al menos dejar a mis hijos un recuerdo respetable y aleccionador, pero una hora más tarde, al sentarme frente a la máquina de escribir, me pierdo en la bruma de los remordimientos (...). Debo introducirme en mi trabajo y éste debe darme a mí la legítima sensación de bienestar de que disfruto cuando el tiempo es bueno y he dormido bien. La buena salud es algo instintivo en mí y puede serlo en la literatura".

Se puede decir ¿mejor?

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