viernes, 3 de julio de 2009

Campo de batalla

Verano. Espuma de mar como salpicaduras de trinchera estallada. Aguardiente a sorbos desde mi petaca de plata, reluciente como un fusil de asalto. Buches de humo de cordita, cigarrillos portugueses para saciar esta sed. Y el cangrejo ermitaño que de tan coherente rehuye mordeme. Desesperadamente herido. Me abrasa el sol cicatero o me abraza tu recuerdo. Y en mi organismo, esquirlas ardientes del obús que recibí directo en el corazón. Pero, qué extraño, tú no pretendías matarme.

2 comentarios:

Miguel Ángel Maya dijo...

...Joder, qué poderoso dolor te asedia, cuánta belleza y qué delicioso y breve, y qué bonito...
...Beso, prima...

Carolink dijo...

Sí que es breve... Y eso que escribirlo con el teléfono móvil fue un calvario y creí de veras que era muy largo.
¿De verdad te gusta? Busco estos días esencias llenas. No sé si verdades. Pero fermentos que me completen este agujero infernal. Y muy breves.