viernes, 2 de julio de 2010

Just a working girl (1)

La broma sobre el trabajo y yo misma viene de muy antiguo, algún día debería contarla.

Hace no mucho, en un arrebato, me fui a un fisioterapeuta, a darme un masaje (fuera bromas). Sé que son los euros mejor invertidos de todo el semestre, porque este chico hace, además, de psicoanalista sin pretenderlo. Él masajeaba, yo me quejaba, una vez más, del poco tiempo libre, del muchísimo trabajo. Me preguntaba él si realmente no me daba tiempo a todo, o yo hacía para que no me diese tiempo.

Me dejó callada.

Ni siquiera contesto a los que amorosamente me comentan. Vale, prometo, porque no tengo excusa. Contesto, o peleamos delante de unas cañas. Hoy me propongo ponerme al día, porque in illo tempore éste era el blog profesional en que contaría lo que publicaba por el mundo.

Aquí están las reseñas publicadas en Go Magazine, que no sé por qué tengo tan olvidadas.

Publicada en ¿marzo?

Catherine Millet Celos
Anagrama

La mujer que desnudó la sexualidad desde su propia voz -o, como le gusta decir, desde su propio cuerpo- amplía y corrige su primera zambullida en un nuevo libro, que ha tardado un par de años en llegar; y eso puede tener que ver con que “Celos” (en el original, “Días de sufrimiento”) carece del “morbo”, de aquel “La vida sexual de Catherine M.”. Claro, los demonios interiores de la que fuera emperadora de la liberación sexual con signo cultureta y francés son menos aberrantes y más comunes: esa mujer con un comportamiento sexual límite, de campeonato, también tenía sentimientos. Era “normal”. Así que, le guste a ella o no, aquí aparece otra Millet, más madura, más cerebral, más autoconsciente incluso, y al mismo tiempo vale decir que está la misma: la de pluma directa e inteligente, la obsesa de las cuestiones visuales y la noción de espacio, la que utiliza modelos artísticos, formas reconocibles del universo abstracto y recreado para desandar sus propios pasos y presentar la realidad cruda, dolorosa, algo más dignificada. Y, ¿cuál es esa nueva Millet?: en el descenso al infierno de los celos, Millet también va a descubrir que toda su cultura a cuestas poco la ayudaba a entenderse. Se hace “fan” del “lugar común”. Entre dos aguas, el libro es un lúcido ensayo anclado en la psicología y el tratado artístico, y al mismo tiempo un excelente folletín. Lástima que, a ratos, parezca que cree necesario psicoanalizar a la “liberada sexual” que tanto nos hizo disfrutar antesdeayer.

Publicada en abril 2010:

F.G. Haghenbeck
Aliento a muerte
Salto de Página

Lanzarse al hoyo de los argumentos históricos, ubicando las obsesiones propias en un pasado más o menos remoto, en lugar de trabajar materiales del presente, puede ser tanto un escapismo como un campo de juego para la imaginación desatada. En una época en que México posee elementos de la realidad inspiradores de una narrativa tan fértil, darse al revisionismo en la novela, ¿no es frivolidad? F.G. Haghenbeck se va al México de 1868: final del imperio efímero de Maximiliano, europeos tratando de emular un régimen napoleónico al otro lado del Atlántico y todo el mundo revuelto en una guerra cuasi civil. Acercándose de puntillas a un costumbrismo de signo goyesco, procaz, lejos de la idealización, a través de una estructura montada como si fuera una “exposición” de cuadros y otras piezas artísticas, vamos entrando en una novela pulp con el trasfondo de una historia de venganza. Adrián Blanquet (ni hermoso ni bueno, como ninguno de los personajes) regresa a su ciudad a cobrarse todo lo que, en la confusión de la guerra, le han quitado. Destaca esa selección monstruosa de tipos y caracteres, que llena el relato de prostitutas siamesas, cocineros enanos, terratenientes obesos y sangre a borbotones. Si bien en las primeras partes cae en manierismos o descripciones arquetípicas, toda esa larga introducción parece quedarse como sostén para el desquiciamiento del relato que vendrá después, digno de ser puesto en viñetas. En algún momento, la novela se transformó en un caballo camino del infierno.

Publicada en mayo 2010:

Josan Hatero
La piel afilada (un bestiario de amantes)
Alfaguara

No me hablen de experimento: los experimentos explotan y éste está muy contenido. Me hubiese entrado mejor como enciclopedia. Desearía haber encontrado más riesgo, seguridad, saltos al vacío, altanería del intento de capturar el mundo (aunque sólo fuese como catálogo de amantes) en unas cuantas páginas. No me discutan: soy una amante "miope": nada podrá convencerme de que no me enamoro de aquello que no veo, que veo borroso. Sin embargo, me gusta este libro. Me gusta -es mi esencia- por lo que no es, por lo que no alcanzó a ser. El autor se esconde de la verdadera tarea, de la imperiosa tarea de imaginarnos. Estamos todos hechos un lío. No necesitábamos la constatación de que ahí afuera hay otros como nosotros: los testimonios de las "personas reales" entrevistadas no aportan nada a la literatura y acercan peligrosamente el "experimento" a un manual de autoayuda. Sin embargo, ahí está el bestiario. Afilados, narcolépticos, diferentes, santos, berlineses. Imposible sustraerse a la inclinación por vernos reflejados. Te vas a encontrar, y seguramente te vas a reflejar hermosamente descrito. Hay prolijosa documentación, variedades, pero también repeticiones o conceptos demasiado cercanos. Pero sobre todo hay dudas y no me gustan los amantes -ni los libros- dubitativos. Inventen ustedes, que son escritores, un mundo orgulloso de su esencia de mundo y que no tenga nada que deberle a nadie. Evite cuestionarse, que eso lo hará el lector atento y más que ninguno el pornógrafo.

Y publicada en junio 2010:

Pilar Adón
El mes más cruel
Impedimenta

En un libro de cuentos, es terriblemente complicado mantener la tensión suficiente en toda su extensión, y hacernos quedar ahí sin recurrir a fuegos artificiales -encandiladores, pero ilusorios-. Es cada día más frecuente cerrar un libro de cuentos con la sensación de que las maravillas, si están, se presentan retorcidas bajo los consejos del taller, como mujeres excesivamente maquilladas. Y sí, una sutil sensación de estafa. Terminado “El mes más cruel”, me digo: aquí debajo no hay más; todo está arriba, todo lo que se puede mostrar enseña su cara, todo está hecho de engañosas perspectivas, luces difusas, matices, sospechas, peligros. No hay certezas ni claridad posible. No hay explicaciones. Pienso que la autora ha llegado a la conclusión de que no se puede escribir de lo que no se conoce: y fundamentada en ese sano, terminal relativismo, nos enseña aquello que sus personajes ven y sienten. Sin escamotear información, sin narradores "listillos". La verdad es verdad porque está dentro de la literatura y Adón crea mundos deliciosamente bien armados, incontestables, autocontenidos, redondos. Y llego a esa conclusión no porque las historias sean de abrir la boca de pasmo, sino por el trabajo de cirugía sobre el lenguaje, la cuidadosa selección de palabras y el armado paulatino de frases y párrafos, un trabajo celoso sobre la sutileza, la connotación y el eco de las paredes nunca sólidas de los conceptos. Hay una búsqueda desencantada, pero tozuda, y eso me llena de entusiasmo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ay, la vida de blog, que al tiempo nos llama y nos agota